Hacen un trabajo, en ocasiones, ingrato. Si ya es difícil enfrentarse a situaciones delicadas con adultos, hacerlo con menores tiene un plus de responsabilidad que ellos tratan de sobrellevar con profesionalidad y mucha pasión.

Cinco agentes de la Policía Local de Santa Cruz conforman la unidad adscrita a la Fiscalía de Menores de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife. Un equipo cuyo germen se remonta al año 2001 y que ahora lidera la subcomisaria Laura Hernández. Juan Miguel Tejera, Cecilia Fernández, Pau y Pedro son los otros cuatro. Todos siguen una herencia que dejó otro compañero, Carmelo Sosa -ya jubilado-.

Sus funciones principales, en coordinación plena con los juzgados, son, entre otras, la instrucción de diligencias relativas a menores, su identificación, averiguación de domicilio, localización de paradero, traslados a centros de internamiento y detenciones dictadas por la Fiscalía correspondiente.

"Un trabajo envolvente", resume Tejera, el que más tiempo lleva en la unidad. "Y mucho más difícil que la violencia de género", añade Cecilia -que, como Laura, procede del Gramu-. A partir de ahí, prudencia en las afirmaciones y, sobre todo, mucho respeto por los menores afectados.

"Son inocentes. Con los dedos de un mano se cuentan los que, de verdad, son malos. El resto es víctima de la referencia con la que nacen", coinciden ambos. Y con esa realidad afrontan su trabajo.

Su ámbito de actuación no solo se circunscribe al municipio de Santa Cruz. Por el carácter provincial de la Fiscalía, su labor se extiende también a otros municipios de la Isla, con cuyos cuerpos policiales, sobra decirlo, existe una exquisita colaboración. La situación lo requiere.

"Nuestra labor es multidisciplinar", explica Laura Hernández, subcomisaria y responsable de la unidad desde 2012, en referencia a las distintas implicaciones que lleva consigo su labor. "Fiscalía es el tronco, pero también trabajamos con Servicios Sociales, con Educación...", detalla.

Precisamente, es en este último ámbito, en el educativo, en el que suelen saltar las primeras alarmas, con el absentismo como prueba.

"Es complicado trabajar con menores por cómo se está moviendo la sociedad. Hay que tener en cuenta que las consecuencias en el futuro del menor hay que ir corrigiéndolas ahora. Y hay que tener sensibilidad, pero también marcar un punto de rotundidad", indica Cecilia.

"Se trata de forjar la personalidad del crío; ellos van a ser el futuro. De ahí que nos tengamos que implicar con los padres y con todo el entorno", remarca la subcomisaria. "Pero sin protocolos. Aquí no hay clones".

Y en un mundo tan cambiante, en el que los jóvenes siempre van un paso por delante, para estos policías es fundamental la "actualización". "El equipo funciona bien porque nos complementamos y aprendemos, incluso, de nuestros hijos", subraya Laura. "Ellos van por delante. Nosotros tenemos que ir cogiendo su rollito", precisa Cecilia.

Ella misma resume cuál es el objetivo de la unidad: "Tratamos de que estos menores no se queden fuera de una sociedad que está marcada por unas normas. Si a todos los que vienen aquí los vamos tirando a un lado se quedaría mucha gente fuera".

Y de que esa filosofía da resultados da muestras Juan Miguel Tejera. "A veces sales a la calle, te tropiezas con ellos y los saludas. Es un trabajo en el que ves niños que, de repente, son hombres. Se crea un vínculo que, para nada, es el de policía-delincuente. Es un vínculo personal y profesional".

¿Cuál sería entonces el éxito del equipo? "Para mí es cómo funciona la unidad", resume la subcomisaria. "La implicación de cada miembro. Cada uno sabe ya cuándo un menor necesita que le hable uno u otro", afirma Cecilia. "Y el buen sabor de boca que dejamos en la maquinaria judicial", añade Tejera.

Laura Hernández

subcomisaria unidad de menores