Casi al mismo tiempo que los dirigentes municipales del grupo de gobierno (CC-PP) de la capital presentaban el Plan Especial de Las Teresitas, unos cientos de metros más arriba, en el Valle de las Huertas, una de las familias más reivindicativas en el complejo asunto jurídico que envuelve los terrenos relacionados con la remodelación de la playa y su entorno, Francisco Albendín y Jacinta Baute, recibía el respaldo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) en el pleito que mantiene con el consistorio capitalino.

Un pequeño respiro, que no el definitivo, para quienes no han dudado en ponerse delante de las palas que, en varias ocasiones, han pretendido acceder a los terrenos que consideran de su propiedad.

Según ratifica el fallo del TSJC, el ayuntamiento no puede recuperar las tierras que pretende porque nunca fueron suyas ni tuvieron uso público. En todo caso, habrá de examinarse si estas propiedades fueron expropiadas y si este procedimiento se hizo de manera correcta.

Pero el apoyo de la justicia a su reivindicación no alivia la situación que, según describen, viven desde el 19 de octubre de 2014. Las fuertes lluvias que cayeron ese día sobre la capital se llevaron por delante parte del camino-calle que daba acceso a su casa en coche. Según detalla Albendín, parte del antiguo camino real que unía San Andrés con Taganana.

La "mala canalización" que se hizo del barranco de Las Huertas, demasiado estrecha en ese tramo, impidió que el barranco asumiera todo el caudal y se llevó por delante el acceso a su vivienda, dobló las farolas y la pasarela que servía para llegar hasta el campo de fútbol de San Andrés y arrastró varios coches.

Todo un despropósito para quienes ya venían sufriendo las consecuencias de su oposición a que se hiciera uso de los terrenos que poseen en la zona, para dar acceso rodado al campo de fútbol, sin recibir nada a cambio.

"Desde ese día no podemos sacar el coche de casa. Y si lo hacemos tenemos que pedir permiso a varios propietarios y atravesar varias huertas", subraya Albendín, quien muestra el escaso espacio de tierra que quedó tras pasar la riada, que apenas permite cruzar a pie desde su casa hasta la parte de calle que aún permanece asfaltada, a unos 150 metros, en la que aparcan los coches sus familiares.

Una circunstancia que se agrava si la travesía se hace de noche, pues varias de las farolas que soportaron la embestida del agua no tienen luz, remarca este vecino.

Según relata, se dan situaciones tan curiosas como que varios propietarios de terrenos en la parte alta del valle deben pasar sus motocultores a través del cauce del barranco, pues no caben por la parte del camino que queda en pie.

¿Cuál sería la solución? Sin ser un experto en cuestiones de este tipo, Albendín cree que tendrán que aumentar el muro que delimita el cauce, al menos cien metros hacia arriba, por la zona donde está el campo de fútbol, y desplazar el muro ya construido en la parte central para que el barranco gane anchura y permita reconstruir el camino destruido.

Claro que eso parece, tal y como se manejan los asuntos relacionados con Las Teresitas y su entorno, una opción remota. Entre tanto, los coches de la familia Albendín permanecerán aislados. Y ellos mirando de reojo a la Justicia.