"Me encontré dentro de mi finca con dos enormes machos, de más de 80 kilos, uno de ellos con un solo cuerno. No solo no se asustaron cuando intenté espantarlos sino que se limitaron a mirarme atravesados y el que acabó cogiendo miedo fui yo". Así explicó un vecino de Anaga su reciente experiencia con dos del aproximadamente centenar de cabras salvajes que, literalmente, "se lo están comiendo todo. Pedimos una solución urgente".

El último episodio lo recogió gráficamente otro vecino cuando paseaba el pasado miércoles desde el Camino de La Cruz de El Draguillo hasta el Faro de Anaga, en la parte del litoral que va del Faro a Las Palmas y que tiene como gran atractivo la preciosa vista de los Roques en el mar.

Esa persona contó "más de 20 machos. Sus fotos demuestran el destrozo que están haciendo estos animales. En la vegetación, como en el caso del tajinaste blanco o de los dragos que se han repoblado y están completamente mordisqueados, por todos lados. Y también en los cultivos, ya que la sequía del verano las ha empujado al monte y en medio quedan las parcelas de los campesinos. Además, lo rompen todo, incluidos los cercados de rocas alrededor de los campos".

Señalan estas fuentes que "la gran mayoría son machos porque las hembras suelen morir a causa de la infección de las ubres sangrante llenas de leche. Crecen y llegan a arrastrarlas por el suelo después de que los baifos dejan de chupar y empiezan a comer hierba. "Son cabras salvajes, apuntan, que hacen mucho daño. Aquí, en Anaga, siempre ha habido ganado caprino pero controlado, regulado y con cabreros que, o bien han muerto o no han podido atender más a su rebaño".

Tanto control había que, según los más viejos, del lugar incluso existía en Taganana la llamada "cárcel de cabras". En ella, señalan, "se llevaban las cabras cuyo dueño era desconocido, previa actuación del juez de paz. Si no aparecía el propietario se subastaba el ganado y si las reclamaba se le entregaba después de sancionarla. Incluso había vigilantes que velaban porque cada rebaño o manada pastara en el lugar que se le había designado. Esta tradición se mantuvo hasta los años 50 o 60 del siglo pasado".

Las cabras salvajes reaparecen en Anaga hace 15 años pero "la situación se ha agravado por el aumento de la población, en torno a un centenar de cabezas y, sobre todo porque entran en los cultivos y arrasan con ellos".

En dos zonas fundamentalmente: Punta de Anaga, de Almáciga a El Draguillo, como foco principal, y hace unos años en los altos de María Jiménez y San Andrés, sobre todo en este último pueblo y, en concreto, en El Cercado.

"El Cabildo es consciente del problema" valoran estos vecinos y, señalan, "ya ha habido encuentros". El más reciente fue hace unos días para dar cuenta del estudio que ha iniciado Gesplan, tras el encargo de la institución insular, por valor de 32.000 euros.