Se mueve entre caballos con una facilidad que asombra. Y sorprende aún más la tranquilidad con la que los animales esperan a que les cambie sus "zapatos". Para él es un placer. Y se nota.

El herrador gallego Marco Antonio Villamor llegó a Tenerife hace diez años casi por casualidad. Era un destino más para él. Sin embargo, sucumbió al encanto de la Isla y desde hace seis es un tinerfeño más. Y los caballos que hierra lo agradecen.

Funcionario de la Banda Municipal de Lugo en excedencia -tocaba el clarinete-, se aficionó a los caballos hace más de 20 años. Y desde entonces no se ha separado del mundo de los equinos.

Su relación con el oficio que ahora le apasiona surgió tras adquirir un ejemplar en su Galicia natal. Cuando quiso cambiarle las herraduras tuvo que esperar tres días por un herrador, que le cobró cinco mil pesetas. "Si él lo hace, lo hago yo", se propuso. Lo cumplió.

En un campeonato de raid en Francia conoció al que sería su maestro, Miguel Barbany, por aquel entonces, hace unos 25 años, herrador de la selección española. En los diez años siguientes no se separó de él. "Estuve un año barriendo", bromea ahora Villamor, para explicar que antes de aprender el oficio debió hacer lo más básico.

Es más, reconoce que no se sintió herrador hasta que debió afrontar la tarea en solitario, a pesar de llevar una década de aprendizaje. "Me sentí herrador después de diez años", confiesa.

Claro que luego no ha perdido el tiempo. Dio el salto a la selección española de raid -ha formado parte de ella en dos etapas-, y no ha parado de herrar en varios puntos de España y de Europa.

Y así sigue. Aunque la mayor parte del tiempo la pasa entre Tenerife, La Palma, Gran Canaria y Fuerteventura, también son frecuentes los viajes a la Península y a distintos países europeos. Su palmarés lo descubre: solo en 2016 ha logrado el oro y la plata individual y el oro por equipos en el campeonato del mundo senior celebrado en Eslovaquia, y el oro por equipos junior en el campeonato de Europa de Río Frío (Portugal).

"Este oficio te tiene que gustar", remarca con frecuencia. Y lo hace preocupado por la falta de "discípulos". "Lo que más me duele es que el estilo tradicional de herraje se va perdiendo; la escuela Barbany se va a acabar", subraya.

"Y eso que tengo paciencia. Enseño a mis clientes, porque cuanto más sepan ellos, más me pueden exigir a mí", apunta. En las Islas parece que no hay muchos voluntarios.

Precisamente, fue su estilo, herrar en frío -adapta la herradura el casco, y no al revés-, el que llevó a Luis Martín Garabote a confiar en él tras conocerlo, "por necesidad", en un campeonato de interautonomías celebrado en El Molar (Madrid) en 2007.

Tras esperar por él hasta las once de la noche, el caballo que herró quedó cuarto. Los otros dos ejemplares que competían, y que no herró él, fueron eliminados por cojera, tal y como había pronosticado.

"Realmente, es muy bueno; muy cuidadoso con los aplomos del caballo", admite Martín Garabote, un jubilado tinerfeño amante de estos animales. Para Villamor, Garabote es su "padre" en Tenerife, una isla a la que le gustaría "arrastrar" a su familia cuando se jubile. Seguro que será con caballos alrededor.