Llegó a Tenerife con 27 años, en una época en la que viajar no estaba al alcance de todos. Lo hizo buscando una oportunidad, y la encontró. Tanto que nunca más abandonó la Isla. Y aquí seguirá por mucho tiempo, al igual que sus obras.

A sus 87 años, el granadino Antonio Jiménez mantiene una vitalidad que a muchos daría envidia. Es más, salvo algunos problemas con la vista, sus manos se siguen moviendo con facilidad y precisión. De ellas han salido auténticas obras de arte. Y lo siguen haciendo. Solo que ahora para entretenerse.

Formado en talleres de su Granada natal, entre ellos los de Benito Barbero, Nicolás Prado y Domingo Sánchez, el imaginero llegó a Tenerife como oficial de primera y aquí adquirió la condición de maestro. Con el tiempo, muy reconocido. "Allí había muchos tallistas y escultores. Por eso quise salir. Y al principio no fue fácil, pero en lo que me fueron conociendo se me fue allanando el camino para vivir", resume.

Autor de obras tan destacadas como la imagen de La Macarena de la iglesia de La Concepción de Santa Cruz; el Cristo de La Esperanza de la iglesia de La Esperanza, en El Rosario; o dos tallas, una de San José de Calasanz y otra de San Pompilio María Pirrotti, de las Escuelas Pías de Santa Cruz, el artista "adoptado" en Tenerife lo ha sido casi todo en el mundo de la artesanía: Medalla nacional al artesano modelo por Tenerife en el año 1973, profesor durante más de veinte años en la Universidad Popular del Puerto de la Cruz y colaborador de destacados artistas como el escultor canario Enrique Cejas de Zaldívar.

Su vinculación con el arte y su integración en la Isla fue tal que también fue partícipe del célebre Grupo Obsidiana, compuesto por los pintores Juan Mazuelas, Juan Galarza, Raúl Tabares, Mario Baudet, Siro Manuel y Enrique González Bernaldo.

"De él comencé formando parte como escultor, pero en apenas dos años ya exponía -pinturas- con ellos", presume Antonio Jiménez. Solo un ejemplo más de la pasión con la que ha afrontado su vida.

Padre de tres hijos, dos de ellos vinculados a su profesión, Jiménez reconoce que con el paso de los años el trabajo "se ha ido acabando". Cuestión que corrobora Andrés, uno de sus hijos, heredero junto su hermano gemelo Antonio de los conocimientos de su padre.

"Ahora le metemos mano a lo que sea. Construcción, restauración de muebles... Para esto hay poca ayuda de las administraciones", se queja Andrés.

Su padre, mientras, se afana en mostrar sus últimas creaciones: unas figuras pequeñas de hueso y madera. Y sorprende la afirmación con la que presenta un trabajo tan complejo: "Temo el fracasar con ellas", asegura.

Todo eso se desarrolla en el conocido como "Taller de los Jiménez", ubicado en un pequeño local de la urbanización Princesa Yballa, en La Cuesta. Un recinto lleno de antigüedades y con herramientas de todo tipo, algunas creadas para este delicado trabajo.

Allí llevan más de cuatro décadas, tras pasar primero, eso sí, por dos locales de la capital, uno en la calle Sabino Berthelot y otro en Santa Rosa de Lima. Eran otros tiempos. Los mismos en los que trató, sin éxito, de crear un pueblo de artesanos en los terrenos que hoy ocupa el centro comercial Alcampo, en La Laguna. "Lo aprobó el Cabildo, pero luego cambió de dirección política y lo rechazaron", subraya con cierta pena. "Hubiera sido un gran atractivo turístico", añade.

Y es que Antonio tiene clara una cosa: "La artesanía de Tenerife tiene calidad de sobra para competir con el resto del mundo". Lo dice un maestro.