Esta historia podría titularse "el increíble Rastro menguante". Resume esta frase el mal momento que atraviesa un mercadillo tradicional de Santa Cruz al borde del cierre al que la crisis económica ha dejado al borde del cierre y con unas ganancias "la mitad que en las épocas de bonanza", según valoran los propios vendedores. Solo la apertura todo el día de Reyes salvó una campaña navideña "ruinosa" al coincidir Navidad y Fin de Año con un domingo. Ahora hay 631 puestos oficiales y más de doscientos que no cumplen con la normativa.

Esta imparable carrera cuesta abajo quedó paliada en parte por la apertura durante 24 horas seguidas, lo que no ocurría desde hace 25 años, del pasado jueves, Día de Reyes.

Carmen Tejera es la presidenta del Rastro. Una vez más vuelve a mostrarse muy pesimista sobre la situación. Como resumen del ejercicio que acaba de terminar sentencia: "Vamos a peor". La apertura de Reyes se la tomó como una especie de "última oportunidad" para salvar una campaña navideña especialmente ruinosa. La coincidencia de Navidad y Fin de Año en domingo dio lugar a "un montón de problemas, sobre todo de gastos porque no hubo ni público ni ventas. Hoy (por el pasado jueves) quemamos el último cartucho. Ojalá que salga bien porque si no, la gente lo va a pasar muy mal".

Tejera insiste en que reflotar el Rastro solo puede pasar por "cuidar más los puestos y vender mercancía original a precios asequibles". Una mezcla y un equilibrio difícil de conseguir. Por el contrario, el auténtico problema sigue siendo una normativa que no está demasiado clara y permite que proliferen los vendedores sin licencia.

"La gente que cumple con la norma y paga está descontenta con la que incumple. Es normal. Lo que no puede ser es que cada uno haga lo que quiera", valora. El cálculo apunta que, al menos, 200 titulares de puestos que permanecen abiertos eluden el desembolso.

Los compradores no acuden ya al Rastro para adquirir piezas de coleccionismo, de lujo o que sean originales, sino que únicamente demandan cosas baratas y básicas. Son ya varios los años en los que la actividad va a pique. De hecho, el pasado ejercicio fue incluso peor que el anterior. Dentro de la oscuridad y el pesimismo, al menos, hoy por hoy se tiene la certeza de que el Rastro nunca va a cerrar sus puertas. ¿La explicación? Pues porque "esto es una ayuda para las personas que están atravesando muchas necesidades y solo les queda esta posibilidad para ir escapando".

El Rastro original comenzó su andadura en 1979 en la conocida como Rambla de Las Tinajas, por iniciativa de vecinos de El Toscal apoyada por los de Los Lavaderos. Al poco tiempo surgieron problemas con el tráfico y se trasladó a la avenida de Anaga, donde el éxito fue rotundo.

En 1988 los puesteros se asentaron en la actual ubicación. Los conflictos surgieron de inmediato. Durante cinco años los comerciantes del Mercado se negaron a abrir los domingos. Decían que el Rastro suponía una competencia desleal. Sin embargo, poco a poco fueron percibiendo que más que perjudicarles ocurría lo contrario.

Los caballos de batalla del Rastro han sido las peleas con vecinos y comerciantes y la necesidad de una ordenanza. Durante años emprendieron una batalla judicial con los residentes que se quejaban por los ruidos de madrugada al montar los puestos. Hubo varios intentos de anular el mercado pero la flauta sonó de una forma casi fortuita.

Alguien se percató de que los puestos bloqueaban la entrada a edificios oficiales como Presidencia. En principio los tribunales se pusieron del lado de los vecinos pero luego las resoluciones judiciales fueron en sentido opuesto. Y eso consolidó al Rastro.

La originalidad es "el secreto" de Blas

Blas es propietario de un llamativo puesto a la entrada del Mercado donde vende conchas de mar, fósiles, piedras de colores, gemas... Gracias a la originalidad de la mercancía ha podido sobrevivir casi dos décadas. Se muestra muy crítico con la situación: "Aquí hay una crisis muy fuerte. Escapamos porque vendemos productos diferentes y tenemos nuestra clientela".

El "casi todo a un euro" de Daniel

Daniel es vicepresidente del Rastro y pese a su juventud suma casi tres lustros allí. El día de Reyes "casi todo" costaba un euro en su puesto. Es voluntario de la ONG de García Escámez, que da de comer a alrededor de 1.500 personas, lo cual le da una doble perspectiva. A mediodía del jueves era optimista sobre el desarrollo de la jornada. Y no falló.

Velázquez, con puesto aquí hace seis años

Desde Venezuela, Velázquez Hernández lleva seis años en el Rastro con sus productos de papelería. Resume: "Cada vez hay menos ventas". Acude más bien por distracción porque "esto da para bien poco", indica para añadir: "Vendo cosas a un euro y la gente quiere que se los dé por cincuenta céntimos que es lo que me cuesta a mí".