Gabriel tiene un negocio de restauración en el barrio y da una valoración basada en su experiencia de décadas: "Acabo de cumplir veinte años aquí. El primero fui al ayuntamiento y me dijeron que en breve comenzaría la rehabilitación. A los cinco años, como vi que no se había hecho nada, volví a reclamar y me dijeron que pronto empezarían. A los diez repetí, igual que a los quince. Ahora, simplemente, renuncio, salvo algún hecho puntual como el peligro del tráfico. Me he cansado y uno hasta se acostumbra a vivir entre escombros". La referencia es todo el entorno de la calle Miraflores que incluye otras como Carmen Monteverde o Juan Padrón. Las fuentes de vecinos y comerciantes plantean un panorama de "pintadas descontroladas, que tanto se hacen en paredes como en puertas de garajes, locales comerciales en los bajos o la fachada del Hospitalito; solares en ruinas llenos de ratas, unos vallados y otros no, además de un tráfico de guaguas y vehículos pesados por vías sin aceras".

Lo resumen así: "Una lamentable imagen de la que es una de las puertas de entrada a la ciudad. Por aquí pasan cientos de turistas que proceden de la zona de La Noria y se encuentran con este cementerio urbano".

Aunque "parece que está de moda hablar de El Toscal, que sabemos que está muy mal, pero aquí pasa lo mismo. Esta zona está abandonada", apunta Luis.

Otro vecino, Santiago, acompaña a EL DÍA hasta un espacio abierto ubicado junto al circuito vial infantil de la prolongación de Ramón y Cajal: "Aquí no hay alumbrado público y por las noches es un escenario ideal para escándalos y actitudes marginales que no tenemos por qué soportar los que vivimos aquí".

Un diagnóstico: "De la plaza Weyler hacia abajo y en concreto desde la calle doctor Miguel López y el antiguo Hospitalito, hoy centro de salud Doctor Guigou, estamos dejados de la mano de Dios. Y de la del ayuntamiento también. Por ejemplo, en cuanto a fachadas que se caen, algunas con un valor patrimonial incontestable, aunque no sean BIC".

El recorrido continúa: "Puede comprobar que en el cruce de Juan Padrón con Miraflores no hay acera y es el carril de subida para las guaguas y el tráfico pesado. Todo un riesgo para el viandante. La iluminación es escasa cuando no nula y la suciedad de las calles evidente a pesar del esfuerzo de los operarios de la limpieza. Y aquí pagamos 400 euros de IBI de media más casi 100 por la tasa de basura".

Asomarse a uno de esos "abismos" en forma de solar abandonado supone vislumbrar charcos de agua empozada hace muchos meses. Y, por ende, toda clase de animales, como apuntan las fuentes: "Desde ratas a cucarachas o mosquitos. Hasta cocodrilos".

En Miraflores -la historia pesa- están acostumbrados a convivir con la prostitución. Es uno de los aspectos en los que "se ha mejorado". Gabriel recuerda la lucha por mantener su negocio, incluso física con los proxenetas. Ahora todo ha cambiado y se convive aunque "ahí siguen porque es el negocio más viejo del mundo". Incluso ya saben "qué formas hay de afrontar el negocio. Hay quien es muy discreto y lo hace de puertas a dentro. Justo enfrente, otros optan por la exhibición".

Vuelta a los grafiti: "Otra plaga. Llamamos reiteradamente a la Policía Local, cuyos agentes no saben muy bien qué hacer cuando denunciamos salvo ayudarnos a transportar los parterres de un lado a otro para obstaculizar las acciones de estos artistas".

Alternativas ofrecen varias pero todas pasan por un plan integral y en profundidad para este auténtico "territorio comanche en pleno centro de la ciudad".