Ahora que estamos volviendo a debatir en Santa Cruz el terrible caso del bello, pero abandonado, barrio de El Toscal nos invade, de nuevo, ese sentimiento de desconfianza frente al progreso y la modernidad, que está en la base de la corriente de pensamiento urbanístico que se plantea como hipótesis la recuperación de la tradición de la ciudad europea, considerada como la más formidable creación de nuestra cultura. Pero la realidad es que El Toscal seguirá abandonado si no conseguimos impregnar la tarea que hay que hacer allí de una idea de urbanidad nueva y si no consideramos el espacio público como lugar estratégico. Estas ideas deben estar presentes en todos los procesos en los que se quiere reciclar una ciudad, o una parte de ella.

No todos los conjuntos históricos son iguales, ni se puede actuar en ellos de la misma manera. La gestión de cada uno ha de ser especialmente pensada y responder a las características sociales, culturales, medioambientales, económicas e históricas de cada lugar. No hay un libro de recetas que sirva para todos por igual, aunque sí que hay orientaciones generales que todos los conjuntos históricos deberían tener en cuenta al diseñar su gestión y repensar su futuro.

Como libro de cabecera, si yo fuera alcalde, tendría los escritos de Oriol Bohigas, uno de los pocos urbanistas españoles que se ha explicado siempre con claridad. En su teoría sobre la !"reconstrucción" de la ciudad, explica con lucidez que la reconsideración y el respeto a las estructuras urbanas tradicionales es un fenómeno relativamente reciente que responde a tres parámetros: el valor concedido al testimonio histórico; el relativo fracaso, físico y social, del urbanismo moderno; y la presencia del suburbio y de las áreas marginales para remover conciencias.

Bohigas señalaba a mediados de los ochenta que "el problema de la ciudad europea no es, en general, de crecimiento, sino de mejora de la calidad... conviene pues, rehabilitarl, reconstruyendo y reutilizando el patrimonio existente... En nuestras ciudades casi no sería necesario construir nada de nuevo... Hacer ciudad quiere decir, por tanto, higienizar los barrios viejos y monumentalizar la ciudad nueva". Ha llovido mucho desde 1986, al menos en lo referente al crecimiento urbano, y sus afirmaciones deben ser revisadas en el contexto socio-económico actual, pero mantienen un alto grado de validez en lo referente al espacio interior de la ciudad.

El pensamiento de Bohigas sintetiza la trayectoria del urbanismo barcelonés durante el último siglo y busca el equilibrio y la compatibilidad entre la ciudad del progreso y la ciudad de la cultura.

Bohigas hace una apuesta audaz en favor de la mejora física para facilitar la regeneración social, arriesgada y solo operativa con un fuerte compromiso público, pues, tal como él mismo señala, las mejoras físicas se han venido apoyando o han estado orientadas a propiciar el cambio de la estructura social.

La reconstrucción de la ciudad requiere cambios radicales, defensa de los valores propios de la arquitectura del lugar, por supuesto, pero también derribos en las zonas con alto grado de degradación, reconsideración de todo el sistema de usos del suelo y un planteamiento del tema de la vialidad en términos diferentes a como se hacía en los viejos planes de reforma interior.

Hay que abordar el problema de los barrios antiguos, como El Toscal, de forma global pensando en el futuro de la vivienda, los servicios, los parques y por supuesto también con calidad arquitectónica, imaginación y creatividad.