"Como te infectes con el virus de la música, es para toda la vida". Con esa frase resume Vicente Esteban Fariña su gran pasión. Sobra decir cuál es.

Hoy, a los 74 años, se le acumulan los recuerdos de una vida que ha estado marcada desde niño por los sonidos musicales de su Arafo natal, pero entre los que ocupa un lugar preferente San Andrés.

En gran medida, él es el principal responsable de que el pueblo marinero por excelencia de Santa Cruz cuente desde hace años con una cantera musical al alcance de pocos. Y de él también es la culpa de que hoy en día exista la banda de música Amigos del Arte. Otras también le deben su existencia.

Policía Nacional jubilado, confiesa que esta profesión solo fue un escape para buscar una estabilidad económica. De hecho, gran parte de su trayectoria policial transcurrió en "servicios burocráticos", es decir, en una oficina de la comisaría de La Laguna. Su verdadero entusiasmo estaba en la música.

A San Andrés llegó con apenas 19 años, siendo componente de la banda municipal de Santa Cruz, aunque desde muy joven ya había estado enrolado en la banda La Candelaria, de Arafo. En el pueblo marinero no solo fijó su residencia, sino que comenzó a inocular el "virus" de la música que ya él arrastraba. "Me angustiaba que en las procesiones no fueran bandas tocando sino mujeres cantando", relata. "Lo único que se conocía era la música folclórica", añade.

En su casa, en la calle Guillén, empezó a dar, de forma gratuita, las primeras clases de solfeo -corría el año 1964-, hasta que llegó un momento en el que se quedó pequeña. En esos primeros momentos, era el propio Esteban el que compraba los libros de música con los que enseñaba a sus alumnos.

Luego dieron el salto a otra vivienda deshabitada, pero sin mobiliario, de la calle San José, a la que los niños acudían con banquitos traídos de su casa. Con el tiempo, también se hizo pequeña.

El paso definitivo lo dieron para mudarse a una parte de la sacristía de la iglesia del pueblo, que les cedió el cura don Onofre. Un lugar maravilloso para tocar, pero que se mojaba por el techo cada vez que llovía. Allí, ya en el año 1965, comenzaron a probar con alguna marcha de procesión.

¿Y los instrumentos? "Los sacaban poco a poco, gracias al esfuerzo de los padres y a las facilidades que daban en la empresa que los vendía, Musicanarias. Algunos tuvieron que vender hasta una vaca para poder adquirirlos", asegura Esteban Fariña.

El punto de inflexión que marcó el futuro de lo que luego sería Amigos del Arte se produjo con la visita del periodista Vicente Borges, de La Tarde, que pidió escuchar una actuación del grupo de alumnos que por ese entonces enseñaba Esteban. A pesar de las reticencias iniciales, lo hicieron.

Para evitar los nervios de los chicos, la actuación de hizo dentro de la casa del cura, con un altavoz hacia la plaza. "Comenzaron bien, pero luego desafinaron. Fue un desastre", recuerda Fariña.

Claro que lo que para el maestro fue un fracaso se convirtió en el respaldo definitivo, pues al salir a la calle se encontraron con un público entregado en aplausos y llorando. "Aún se me erizan los pelos", reconoce.

A partir de ese momento empezaron a salir en alguna procesión, a veces con al apoyo de algún otro músico. Tanto fue así que en 1966 ya daban algún concierto, y en diciembre de 1967 decidieron registrarse para poder recibir subvenciones. Así hasta llegar a 1980, momento en el que se desvinculó de Amigos del Arte por motivos que prefiere obviar.

Ya daba igual. Había contagiado con su virus a mucha gente. Y así sigue, vinculado a la música "hasta que se vea imposibilitado". Ahora es la banda Nivaria de Arafo, en la que toca el saxofón tenor, la que tiene esa suerte.