A pesar de que la actividad taurina se dio casi por extinguida en enero de 1984, la vinculación de la plaza de Santa Cruz con los toros, no así con los toreros, se mantuvo durante algunos años más. La razón tiene que ver más con una anécdota que con un espectáculo en sí.

Según recoge la prensa de la época, los corrales del recinto taurino estuvieron ocupados durante varios años por un toro que llegó a la plaza siendo novillo, en el año 1983, y que, como ocurrió con otros, acabó abatido años más tarde por la Guardia Civil.

Las crónicas reflejan que al astado se le dio el nombre de "Solitario" -sobra la explicación- y que sobrevivió durante todo ese tiempo gracias al buen hacer de Juan, conserje por ese entonces de la plaza.

Al parecer, el empresario que lo trajo hasta la capital tinerfeña para una novillada pensó que en algún momento se volvería a organizar algún espectáculo, cosa que nunca ocurrió.