Una espera interminable. Agonía, sufrimiento y miedo ante una situación de desamparo. Esa es la sensación que recorre diariamente a los vecinos del edificio Alejandro, radicado en la calle José Fernández Santos de Ofra, ante la amenaza continua de desalojo, siendo conscientes de que viven de okupas en sus casas. Ese sufrimiento fue el que vivió ayer Tamara González, una madre con tres hijos a la que le llegó una carta de desahucio bancario en la que se le advertía de que se había activado el protocolo legal en el que se presentaría la propiedad y la comisión judicial para proceder al desalojo.

Pues sí. Se presentaron los funcionarios judiciales, pero no la propiedad. La citación era para las 10:00 horas, pero finalmente se desactivó el operativo porque la representación de Bankia no hizo acto de presencia en un edificio en el que una docena de personas aguardaban para poner todos los impedimentos posibles y evitar que "la persona que menos se lo merece" se viera en la calle con tres niños muy pequeños, explicaron los vecinos del municipio.

Pero momentos antes Tamara no las tenía todas consigo, y eso que desde primera hora de la mañana había recibido "una llamada del ayuntamiento" ofreciéndole "una alternativa habitacional de un piso de familia. Es una alternativa provisional hasta que pueda encontrar un alquiler, pero tengo muebles en la casa. No tengo un sitio físico donde dejarlos porque en esa casa provisional no los puedo meter".

"Somos 10 familias que están ocupando viviendas y soy la única persona que tiene tres niños, de 8, 6 y 3 años. La encrucijada comienza conmigo en noviembre del año pasado, donde me dicen que me desalojan y me dan un mes. Paré un pleno, me reúní con el alcalde, me consiguieron una prórroga y la opción de irme de alquiler", pero los precios del sistema no eran ni mucho menos una alternativa para Tamara y su familia, que recuerda que oscilaban entre 500 y 600 euros.

"Cualquier persona normal, como mucho, gana 1.000 euros. Entonces, ¿a qué aspiras? ¿Qué vas a comer cuando tienes que pagar agua y luz?", se lamentó para recordar, con posterioridad, "que Bankia, la propiedad, ha sido rescatada con dinero público y me quiere desalojar. ¿El banco a qué aspira, a que no se vuelva a ocupar la casa otra vez?", se preguntó Tamara.

La afectada, hecha un manojo de nervios, se mantuvo a la espera de la llegada de los representantes de la propiedad y del juzgado, siendo estos últimos los que hicieron acto de presencia a la espera de la llegada de la otra parte. Finalmente no hizo acto de presencia y los vecinos respiraron tranquilos.

Fue el momento en el que toda la tensión se descargó de golpe. Besos, abrazos y lágrimas por otro desahucio previsto que no se ejecuta, pero con la intranquilidad de saber que nuevamente la situación se va a volver a repetir tarde o temprano. "¿Cuándo? Eso solo lo sabe Dios", señaló uno de los acompañantes.