La Flor de Alicante ha recuperado desde la pasada semana el espacio que ocupa hace ya 74 años en el barrio chicharrero de El Toscal, justo en la esquina de las calles La Rosa (número 29) y San Francisco Javier. José cuenta con tres empleados para "vender" de nuevo la esencia de la mítica heladería que regentó media vida Julio, ya jubilado, y su compañera Carmen, que sigue al pie del cañón.

Es sinónimo de garantía porque detrás está la receta de siempre, la de "la mejor leche merengada de la isla", la de los cortes de mantecado o de los sabores con la vainilla en cabeza. Con ese orgullo, la joven que despachaba hace unos días ofrecía "el complemento" al helado, en este caso los dulces. Ese es el orden en el que piden los que han vuelto estos días a entrar, tres años después del cierre, en el lugar que les despierta sabores y olores de la infancia y son capaces de transmitirlo a los demás. A sus hijos o nietos, así como a aquellos curiosos a los que atraerá el reto de disfrutar de un manjar mítico en un lugar emblemático. Vuelve uno de esos muchos "símbolos perdidos" de la ciudad de Santa Cruz.

Carmen comentaba ayer que en dos meses han tenido que tener todo a punto, por lo que poco a poco la esencia de Julio Muñoz (Segovia, 1946) volverá en su esplendor a la heladería que se ha convertido en unos de los altares que atrae visitantes al primer barrio obrero de la capital: El Toscal. Primero, la leche merengada, el próximo mes se trabajará en el desarrollo en los cortes de toda la vida, y así sucesivamente. Son los secretos que transmitirá a quienes han tomado el testigo del propio Julio.

Este segoviano se crió en Alicante, "capital" del turrón y los helados. "Cuando aún era un crío me metí en el oficio de heladero, aprendiendo las cuatro reglas. No me gustaba estudiar y empecé a los 14 años con mis tíos Enrique y Armando", según la biografía que, como carta de calidad, conserva encuadernada detrás del mostrador.

Julio se trasladó a comienzos de los setenta a Canarias, y se puso a las órdenes de su tío Enrique en la heladería "porque buscaba mano de obra. Como esto me gustaba, cuando acabó el verano, me quedé trabajando con él".

El referente aún de "La Flor de Alicante" recuerda esa credencial que muestra al público que esta heladería la fundaron Marcos y Armanda en 1944, y desde entonces se mantiene en el mismo emplazamiento: calle de La Rosa, número 29. La familia de Julio dejó su impronta en helados, sorbetes, barquillos, horchatas, granizados, turrones... Explica Julio Muñoz que su primera Armanda y su marido Marcos abrieron otras dos heladerías en la capital con orígenes alicantinos: La Alicantina, que tuvo su emplazamiento en la calle de San Sebastián, y Marpi, en la Rambla de Pulido.

Después de permanecer quince años trabajando con su tío Enrique, éste se jubila y Julio se queda al frente del establecimiento; desde la década de los ochenta hasta hace unos cuatro años que se jubiló. Luego, un tiempo permaneció cerrado, luego vino un proyecto similar hasta que, ahora reabre con nuevos gestores, pero con la receta de Julio. No en balde, los hábitos han cambiado. Antes, el helado se reservaba para la estación estival y ahora se considera un postre apropiado para cualquier época del año. Desde que reabrió La Flor de Alicante, Carmen asiste cada día al reencuentro de vecinos, amigos y clientes con los que no solo comparte recuerdos con la satisfacción del retorno. Y, por supuesto, brindado con la leche merengada, como marca la tradición.