En los trastornos de ansiedad a la separación (TASI) hay, en no pocas ocasiones, en los niños, por un lado, temor o miedo a la muerte de él mismo, o a la muerte de un miembro de la familia (fundamentalmente padre o madre). Y por otra parte, un miedo al abandono. Estos son los pensamientos que ellos vivencian o sienten que pueden ocurrir. Es el miedo o temor a que sus padres fallezcan, se separen, lo abandonen o no lo quieran suficientemente. Este temor a la muerte, de gran impacto emocional en el pensamiento de los niños, ocurre de manera, casi general, en edades comprendidas entre los 7 y 10 años. Esto tiene una explicación fisiológica o normal, pues a estas edades el niño comienza, por así decir, a ser más consciente de lo que ocurre en el mundo; a ver con "su propia razón" los acontecimientos de vida de otra forma. La fantasía comienza a decrecer algo y empieza a ser sustituida en ocasiones por la razón. No es menos cierto que, en algunas ocasiones, este miedo del niño a la muerte o al abandono coincide con un hecho cierto de conflictos en su propia familia; por lo que la situación de ansiedad imaginada se hace real. Cuando acontece el fallecimiento de algún familiar directo, o cuando es testigo de amenazas y/o discusiones violentas entre los padres (que puede anunciar separaciones), el conflicto ansioso de ese niño se sitúa en primera línea de la realidad.

La importancia del diagnóstico del TASI tiene un alto interés clínico y terapéutico. Si esos trastornos de ansiedad a la separación o al abandono no fueran reales sino imaginarios y se repitieran con mayor o menor frecuencia, es indudable que deberían tener un acompañamiento terapéutico, es decir, consultar al especialista. Y si el trastorno de ansiedad fuera consecuencia de un hecho cierto de fallecimiento o separación familiar, la indicación de psicoterapia al niño se hace de todo punto imprescindible para tratar los síntomas derivados de estos acontecimientos vitales estresantes.

De otro lado, es necesario llamar la atención en un punto: hay padres que no pueden o no saben proporcionar una base segura de protección a sus hijos o que incluso necesitan a sus hijos para que les den seguridad. A veces necesitan más a sus hijos que sus hijos a ellos (paradójicamente). Hay padres que, en momentos de crisis familiares, formulan amenazas de abandono y se la transmiten a sus hijos "estoy harto? me voy de esta casa? No os aguanto más? Vas a ser el culpable de que a tu padre o tu madre le pase algo?". No es necesario reflexionar mucho para saber que estas conductas son muy traumáticas (emocionalmente hablando) y marcan, a lo peor, de por vida a la infancia y adolescencia, si no se rectifican y se tratan de forma adecuada.

¿Qué signos o señales de detección podemos considerar para reconocer los TASI?:

Problemas al acostarse, pesadillas e insomnio, resistencia importante a que la madre no esté siempre con el niño, llamadas conductas de aferramiento, "lapa", diversas quejas físicas, dificultades respiratorias (sensaciones de ahogo), molestias gástricas, náuseas y vómitos, mareos y cefaleas y comer compulsivo-ansioso (por ejemplo, chocolate a toda hora).

Terminamos reflexionando acerca de dos cuestiones: Primero, el adulto equilibrado necesita haber sido un niño aceptado, eficazmente educado y adecuadamente apoyado en sus padecimientos. Segundo, estamos plenamente convencidos de que la educación empieza en la cuna.

En nuestro tercer artículo de la serie Salud Mental en la Infancia analizaremos las normas de conducta que consideramos adecuadas para un positivo desarrollo psicoafectivo del niño desde sus primeros años de vida.

* Psiquiatra infanto-juvenil.

Jefe de la Unidad de Salud Mental infanto-juvenil del Hospital

Universitario La Fe de Valencia