EN EL CONOCIDO Mito de la Caverna, dice Platón que la condición humana es comparable a la de unos prisioneros que, encadenados dentro de la caverna, sólo perciben las sombras de los objetos reales. Es decir, el pensamiento sin crítica no es más que la aceptación de opiniones y prejuicios, lo que Bacon llamaría "ídola". Esos prejuicios, "ídola" o mitos pueden resultar cómodos, pero impiden resolver los problemas.

Entre los muchos prejuicios de nuestra sociedad, sólo voy a referirme a tres. Alguno reciente, otros mantenidos durante siglos.

1. El mito de que el hambre se combatirá con los transgénicos.

Cualquier excusa es buena para divulgar ese mito y así vencer las resistencias a las semillas modificadas genéticamente: la crisis económica ahora, hace sólo unos meses la subida de los precios de los alimentos por mor de los biocombustibles, especulación añadida. La causa del hambre en los países pobres la refleja fielmente el documental, naturalmente visto y no visto, "La pesadilla de Darwin".

Los transgénicos vuelven a los agricultores dependientes de las multinacionales que venden las semillas, a la vez que destruyen la biodiversidad. En ausencia de otras alternativas preexistentes que ya se habrán encargado de hacer desaparecer, impondrán precios abusivos y los campesinos independientes perderán sus tierras. Los mismos capitales multinacionales se quedarán con las explotaciones y, así, dominarán la producción de alimentos y, por tanto, sus precios. En el Tercer Mundo, en vez de acabar con el hambre, los más no podrán pagar el arroz, el maíz, el trigo, el sorgo, etc. Nos volveremos esclavos de esos oligopolios.

2. El mito de la viabilidad del capitalismo.

Ante la profunda crisis económica, parece que lo política y periodísticamente correcto es seguir en la sombra de la caverna. Todo se resume en hacer correcciones provisionales para que se recupere el sistema, sin ver que éste es inviable, porque con el actual desarrollo de las fuerzas productivas, sólo puede recuperarse volviendo a los niveles de consumismo sin límite, lo cual aboca a un crecimiento imparable de los residuos contaminantes, de los transportes y sus consecuencias medioambientales, del incremento del asfalto y el cemento por las necesarias urbanizaciones y nuevas vías de acceso que necesitan y del consumo de agua. En resumen, o se acaba el capitalismo, que es depredador por naturaleza, o se acaba la vida en el Planeta.

3. La religión es necesaria para la paz.

Ninguna de las tres religiones monoteístas dio a través de la historia ejemplo de pacifismo. Las guerras de religión, las matanzas, las inquisiciones, la imposición doctrinaria a sangre y fuego, el posicionamiento al lado del poder y del dinero han sido norma y no excepción. Es cierto que Jesús de Nazaret era manso; que hay creyentes y también religiosos que han vivido y viven el espíritu evangélico. Pero tras el pontificado esperanzador de Juan XXIII, que pareció traer la concordia entre los creyentes de las distintas religiones, e incluso con los no creyentes, han vuelto el fanatismo y el radicalismo religioso, la violencia de todo tipo contra quienes no piensan igual, la intolerancia, las guerras en nombre de Dios contra cualquier eje del mal. Y es que si hubiera paz, felicidad y libertad de conciencia en este mundo, ya explicó Nietzsche quiénes perderían, porque viven y mantienen su prevalencia en el granero de la infelicidad humana.

* Concejal PSC-PSOE del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife