Eugenio Amores, bombero del Ayuntamiento de Madrid desde hace 25 años, tiene claro que si algo sacó de positivo de la catástrofe de Spanair, si es que se puede decir así, fue el elevado número de supervivientes, algo casi impensable cuando se trata de un accidente de estas características.

"Lo positivo fue ver tantos supervivientes, fue un arma defensiva para seguir trabajando. No es que me olvide de las demás víctimas pero es una forma de vivir con nuestro trabajo", explicó en una entrevista concedida a Europa Press.

Subdirector del Cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid desde hace dos años, reconoce que la de Spanair no fue la primera catástrofe que le tocó vivir en su dilatada carrera profesional. "Digamos que he tenido muy mala suerte y un poquito de gafe porque prácticamente he estado en la mayoría, por cargo, por estar de guardia o por las circunstancias", explica.

Lo primero que recuerda de la fatídica jornada que sesgó la vida de 154 personas fue una llamada confusa. "Decían que un avión había explotado en el aire pero luego se planteó que fuera una avioneta", apunta. Precisamente, una avioneta se había estrellado días antes en un descampado junto a la M-40, muy cerca del centro comercial Islazul, a la salida de Leganés. El suceso se saldó con dos muertes.

PREPARÁNDOSE PARA LO PEOR

Finalmente se confirmó que lo que había caído era un avión y, consecuentemente, las víctimas serían numerosas. "Cuando vas camino de un siniestro así te vas preparando para lo peor porque nadie piensa que vas a encontrarte con un número de supervivientes tan importante, crees que todos serán cadáveres, no que haya veintitantos supervivientes", razonó. Y eso, ver tanta gente herida pero con vida, se convirtió "en una forma de defensa para seguir trabajando y rescatando supervivientes".

Lo primero que Amores recuerda de su llegada al aeropuerto fue la gran columna de humo, mal presagio de lo que allí se iban a encontrar. Los bomberos del Ayuntamiento de Madrid acudieron dentro del plan de emergencias de Barajas. Comenzaron su intervención guiados en todo momento por personal del aeropuerto, que les ayudaba a atravesar las pistas para evitar otro incidente.

"Desolación". Con esta palabra Eugenio Amores resumió lo que se presentaba ante sus ojos. Él y sus compañeros se encontraban ante una vasta superficie completamente arrasada por el queroseno del avión. Después se dio de bruces con el horror, el de los cadáveres de las víctimas.

"Recuerdo una sensación de vacío por tanta muerte, de olores y silencio", explicó el bombero. Y sí, el silencio es lo que reinaba en la zona cero antes de que estos efectivos pudieran acercarse hasta allí con sus vehículos. Llegaron corriendo, antes de que los coches pudieran salvar un murete de hormigón, y se encontraron frente a frente con el silencio del dolor y la muerte.

Han sido muchos años en el servicio y muchas catástrofes a las que ha tenido que hacer frente, razón por que Amores y sus compañeros recibieron de los psicólogos del Samur propuestas para recibir ayuda si es que la necesitan. "Vinieron psicólogos del Samur y gente de Madrid Salud a dar charlas por los parques y se nos ofreció ayuda por si, al cabo de los días, la necesitábamos", explicó Amores.

La prestación psicológica no es nueva en el Cuerpo. De hecho, el subdirector de los bomberos municipales recuerda que como consecuencia de los atentados del 11-M todavía algunos compañeros están en tratamiento.