Tras una intensa y caótica jornada, la calma vuelve a reinar en Concepción,en el centro-sur de Chile, donde los ciudadanos han tenido que abandonar las calles y encerrarse en sus domicilios para respetar el toque de queda establecido por el Gobierno nacional.

A pesar de continuar sin luz ni agua en sus domicilios, y todavía con un fuerte temor a que nuevas reproducciones del sismo, que se han sucedido durante todo el día, puedan producir mayores daños en la ciudad, los vecinos se han visto obligados a permanecer en sus casas desde las 21.00 hasta las 06.00 horas locales (desde las 24 hasta las 09.00 GMT).

La presidenta chilena, Michelle Bachelet, decretó hoy el toque de queda en la región, una de las más afectadas por el sismo de 8,8 grados en la escala de Richter que en la madrugada del sábado azotó el país, con un balance oficial de 708 muertos hasta el momento.

Ésta es la primera noche que los ciudadanos de Concepción -la tercera área metropolitana del país, con 666,000 habitantes, y la más afectada por el terremoto- duerman en sus hogares, después de haber pasado la madrugada del domingo con fogatas y tiendas de campaña en las calles por el miedo a que sus casas, resquebrajadas por el sismo, se les vinieran encima.

"Sólo entrábamos para ir al baño y salíamos corriendo por miedo a que se nos cayera todo encima", reconoció Mónica Lagos, de 40 años, embarazada y con tres niños a su cargo.

Durante todo el día, miles de ciudadanos se han echado a las calles y con el temor a quedar desabastecidos han saqueado supermercados, farmacias, cajeros automáticos y otros comercios que permanecían cerrados desde el viernes, en una búsqueda desesperada de alimentos y productos básicos de supervivencia.

Aunque muchos se han subido a sus automóviles y han abandonado la ciudad después de esperar largas colas para adquirir combustible, cuyo suministro está fuertemente restringido, la inmensa mayoría han arramplado con todo lo que han podido para pasar una larga noche en sus casas.

Las últimas horas han sido aprovechadas para proveerse de lo más necesario para pasar la noche, pero muchos se han contagiado por una especie de psicosis colectiva y han arramplado con todo tipo de objetos, desde neveras hasta televisores, que a duras penas podían desplazar hasta sus domicilios.

De esta forma, Concepción se ha transformado durante horas en una ciudad sin ley, en la que los carabineros (policía militarizada) se han visto desbordados por una situación incontrolable.

Mientras corrían de un lado para otro, todos los ciudadanos coincidían en resaltar la falta de organización por parte de las autoridades, que en ningún momento les ha indicado cómo debían actuar.

"La organización ha sido pésima. Las autoridades ni siquiera han aparecido por aquí. Sólo las escuchamos por la radio. Lamentable", denunció Ximena Ruiz, de 46 años, cuando con apenas media hora restante antes del toque de queda trataba de conseguir algo de agua potable.

Aunque los bomberos han comenzado a repartir agua, la distribución ha sido muy escasa, y la mayor parte de los vecinos ni siquiera han podido acudir porque no se ha anunciado dónde iban a estar, explicó Nara Ayala, de 78 años.

Junto a ellas, la canadiense Marta Vigliatti, de 55 años, todavía no era muy consciente de lo que estaba viviendo.

Después de pasar unos días de vacaciones con su familia en Concepción, tenía el vuelo de vuelta a su país programado para este sábado.

Debido a la suspensión de vuelos internacionales y a la incomunicación que ha sufrido la ciudad, no tiene la menor idea de cuándo va a poder regresar.

Mientras tanto, va a tener que respetar el toque de queda y, como todos los vecinos de la ciudad permanecer en casa hasta que, con el alba, puedan volver a salir a la calle y enfrentar un nuevo día con la esperanza de que la normalidad vuelva a reinar en la ciudad.