Eduardo Solla, un policía "secreta" con casi 40 años de servicio, recoge en un libro las anécdotas más jocosas de su dilatada carrera, vividas en sus destinos de Cataluña, País Vasco, Madrid y Canarias.

Natural de Pontevedra, Solla (1952) a los 19 años ya era inspector del Cuerpo Nacional de Policía y con 20, jefe del Grupo Criminal, hoy Policía Judicial, en Reus (Tarragona), "cuando todavía era menor de edad y te despachaban con una placa, una pistola, unos grilletes y a la calle".

El libro, "El bargutillo y otras anécdotas policiales", contiene más de un centenar de anécdotas, la mayoría vividas en primera persona por Solla, actual jefe de sección de la Policía Judicial con destino en Santa Cruz de Tenerife.

"He intentado con el libro quitar dramatismo a nuestra profesión y lanzar una mirada jocosa a una profesión donde te hartas de ver muertos", aseguró Solla, quien resalta que por primera en la historia de la Policía Nacional se ha escrito un libro de estas características.

Entre las anécdotas que relata la obra se encuentran algunas memorables, como las que vivió en Barcelona cuando El Vaquilla comenzaba su dilatada carrera delictiva y robaba coches de gran potencia para desafiar a las patrullas.

En un momento de la persecución, El Vaquilla pisaba el freno de pie y al mismo tiempo tiraba de la palanca del freno de mano y se cambiaba al carril contrario de forma vertiginosa en un giro de 90 grados. Pero lo más impresionante del personaje que inspiró "Perros callejeros", de 1977 y dirigida por José Antonio de la Loma, fue cuando se introdujo en una calle sin salida y dos coches policiales le cerraron el paso.

"Ahora sí que le tenemos", asegura Solla que dijo uno de los agentes, pero mentira, El Vaquilla puso su coche robado en dos ruedas, pegó las otras a la fachada y salió a gran velocidad; todos se quedaron pasmados.

Historias trágicas

Además de anécdotas divertidas, también hay otras trágicas, como una que le ocurrió a su compañero apodado "El Solemne", que se bajó en una calle de Madrid a orinar. Entonces, un transeúnte le llamó "guarro" y aquel, ni corto ni perezoso, sacó su pistola y le pegó dos tiros. Murió en el acto.

Solla, también presidente de la Casa gallega en Tenerife, reconoce que en toda su carrera ha recibido dos palizas de solemnidad por parte de delincuentes, "una en Bilbao y la otra en Tenerife".