Los últimos cuatro años han supuesto un importante avance para el tratamiento de las dificultades específicas de aprendizaje -dislexia, disgrafía y discalculia- en el sistema educativo canario, según Isabel Hernández Valle, profesora asociada del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la ULL, que durante esta semana dirige un curso en la Universidad de Verano de Adeje.

"En el ámbito escolar el panorama es esperanzador, en el sentido de que estamos asegurando una identificación temprana, y cuando la hacemos ya proveemos al niño de un tratamiento para mejorar", explicó Hernández. Estos progresos vienen, detalló la docente e investigadora universitaria, de las disposiciones de la Ley Orgánica de Educación (LOE). Canarias fue la primera comunidad autónoma en desarrollar el artículo de esta norma que introduce las dificultades específicas de aprendizaje. Además, en este periodo se han realizado "múltiples actividades de formación de orientadores, maestros de aula ordinaria y maestros de apoyo", con el objeto de prepararlos para el abordaje de estas situaciones. "Se han dado grandes pasos en el reconocimiento y la atención educativa de estos niños", sostuvo Hernández.

Históricamente, en nuestro país el problema ha sido que el diagnóstico era demasiado tardío, porque las dificultades de aprendizaje no estaban reconocidas. Ahora estamos en un buen momento, en el sentido de que España ya las reconoce y las comunidades están tomando medidas para diagnosticar; es decir, identificar a estos niños y darles la respuesta que necesitan", detalla la directora del curso "Intervención educativa".

El modelo por el que se apuesta actualmente es de intervención temprana y de prevención. Esta identificación se efectúa alrededor de los cinco o seis años de edad, momento en el que se implementan medidas de atención educativa. "Antes se esperaba a que el niño fracasase y tuviese unos años de desfase para diagnosticar", mientras que ahora se actúa de manera preventiva para tratar de que el pronóstico sea más favorable.

Cuando, después de todas las medidas adoptadas -refuerzo educativo y apoyo-, el desfase persiste y el niño no demuestra mejoría, se puede confirmar la presencia de una dificultad de aprendizaje, y entonces se aplica un protocolo de evaluación más amplio. Esto suele ocurrir a los ocho años de edad.

Las dificultades específicas de aprendizaje son una situación "constitucional" del niño que las presenta, y están presentes durante toda su vida. No obstante, su evolución "va a depender de los apoyos que reciba y de características individuales". Isabel Hernández considera que "hay que ser optimistas en este aspecto: si trabajamos con un niño va a mejorar su dificultad". Por ello, recomienda intervenir lo más tempranamente posible.

Durante años, antes de que se aplicasen estos métodos, las dificultades específicas de aprendizaje estuvieron asociadas al fracaso y el abandono escolar. "Muchos niños que presentaban dificultades de aprendizaje y no recibieron, por desconocimiento o falta de información, tratamiento, sufrieron la deserción escolar. No hablamos de una actividad como puede ser montar en bicicleta, sino de habilidades instrumentales básicas, que si no las tenemos como deben ser no se puede avanzar en el sistema educativo. Muchos niños abandonaron la escuela porque no recibieron la respuesta ", concluyó.