A la hora del desayuno, una niña de poco más de tres años muestra a su padre la manzana que lleva en la palma de su mano y le pregunta: "Papá, yo sostengo la manzana, ¿pero quién sostiene el mundo"?. Un niño de cinco quiere saber "de dónde salió el hombre cuando no había ningún hombre". Otro de una edad similar se despierta llorando de madrugada: ese mismo día ha comido el plato más rico de su vida y sabe que ese momento único no se repetirá. "Mamá, me haré mayor, me iré de casa y ya no te veré todos los días", se lamenta un niño de cinco años.

Interés por las cuestiones más trascendentales y una gran sensibilidad -un sentimiento "desbordado, exagerado"- son algunos de los rasgos que distinguen a los niños con altas capacidades -los conocidos tradicionalmente como superdotados-, que con el tiempo terminan por "sincronizar" sus intereses con los de sus compañeros. Para este colectivo, la Universidad de La Laguna cuenta con un programa de investigación e intervención dirigido por África Borges y que ya va por su octava edición.

De acuerdo a uno de los criterios empleados para determinar quién presenta altas capacidades, alrededor de un 2% de la población entra en esta situación, lo que apunta a que unos 7.000 niños en edad escolar del Archipiélago pueden ser considerados como superdotados intelectualmente.

El trabajo que desarrolla el equipo liderado por Borges trata de "potenciar a estos niños dentro del entorno de sus familias, de forma que los padres entiendan su realidad". La implicación de los familiares es, en este sentido, fundamental, lo que explica que el programa incluya sesiones para padres que se celebran quincenalmente y en las que se busca proporcionarles herramientas educativas para "responder con menos improvisación" a las necesidades y demandas de los hijos.

En cuanto a los propios niños, el programa de la ULL intenta fomentar "el conocimiento de sí mismos y de los demás" y desarrollar habilidades con las que tienen más dificultades, fundamentalmente el trabajo en equipo.

El problema que presentan estos alumnos -y que, paradójicamente, puede acabar en fracaso escolar, pese a su elevado cociente intelectual- es que "tienen un ritmo de aprendizaje distinto", explica África Borges. "Lo que habitualmente es necesario para los demás, la formación más repetitiva, a ellos les aburre, les cansa y decepciona. Eso los desengancha, se producen problemas importantes, aburrimiento e incluso disrupciones en el aula". La motivación, los retos, los estímulos son, entonces, un recurso clave.

"Soy consciente de que la educación en Canarias pasa por muchos problemas y que éste se puede diluir entre ellos, pero estos niños necesitan un enfoque distinto, que les motive e interese", expone la directora del programa.

No sólo los niños se beneficiarán de este cambio de enfoque, advierte Borges. Su creatividad y elevada capacidad los convierte en "un motor de cambio importantísimo", por lo que no conviene desaprovecharlos sino, por el contrario, "potenciarlos al máximo".