Torsiones de manos y pies imposibles y movimientos lentos y elegantes son la esencia del apsara, la danza tradicional camboyana que el fanatismo del régimen Jemer Rojo dejó tocado de muerte pero que hoy revive gracias al turismo.

Con sus vistosos trajes y sus tocados de color dorado, el apsara cuenta historias de amor y batallas que recuerdan el esplendor del Imperio Jemer (o Imperio Angkor) y que encandilan a los dos millones de foráneos que visitan el país cada año.

"Gracias al turismo la danza se ha desarrollado rápidamente durante los últimos años y en el futuro será aún mejor", asegura Vong Metry, co-directora de la Asociación del Arte Apsara, una de las escuelas de la capital camboyana, Phnom Penh.

De inspiración hinduista, la danza tradicional jemer nació hacia el siglo IX, en los albores del imperio que reinaría en Camboya hasta el siglo XIV, y durante cenetenares de años ha estado asociada a los ritos de la realeza.

Sin embargo, durante el régimen del Jemer Rojo entre 1975 y 1979, las representaciones artísticas fueron prohibidas y el apsara estuvo a punto de sucumbir ya que el 90 por ciento de los artistas fueron asesinados.

"Hubo años muy difíciles para la danza. Durante mucho tiempo sólo se enseñó en la Universidad Real y casi no había artistas", relata Vong Metry, una antigua bailarina que se formó antes de la toma del poder por parte de la guerrilla comunista.

Cuando la Asociación del Arte Apsara comenzó su andadura en 1998 se convirtió en la primera escuela privada en enseñar este tipo de danza.

Ahora las escuelas se multiplican cada día y suponen una oportunidad de futuro para miles de jóvenes que desean dedicarse a una de las artes más antiguas de Camboya.

"Cada vez hay más jóvenes interesados en este tipo de danza porque ven que pueden ganarse la vida con ello", asegura Chhay Chanboramey, antigua bailarina profesional y profesora de la escuela.

Polin, a sus 24 años, es uno de esos jóvenes al que le gustaría dedicarse profesionalmente a este arte, a pesar de que sólo lleva un año bailando y que tiene que compaginar sus clases con su trabajo como contable en una empresa.

"Me interesé hace poco, porque antes realmente no lo conocía", asegura el joven mientras practica sus movimientos de manos, pero lamenta que casi no tiene tiempo de ensayar, por lo que, dice, "ser profesional es poco más que un sueño."

Con flexibilidad y equilibrio, las manos y el cuerpo dibujan figuras que tienen un significado concreto y que representan elementos de la naturaleza.

"Es muy bonito, pero hay figuras casi imposibles", afirma Srey Nit, quien a sus 10 años, ya lleva cuatro contorsionando sus manos y aprendiendo a hablar con su cuerpo.

"Se necesita mucha práctica para bailar la danza tradicional. Hay que entrenar todo el cuerpo para poder mantener las posiciones", asegura Som Samadekchho, una menuda profesora de ballet que aún puede hacer elegantes movimientos con su cuerpo de 71 años.

Las historias giran en torno a cuatro personajes principales: la mujer, el hombre, el gigante y el mono, cada uno de ellos identificado con un tocado y un traje particular.

Aunque muchos temen que el apsara se convierta en un mero reclamo turístico, la danza tradicional ha resurgido de nuevo como un símbolo nacional y cada vez interesa más a los camboyanos.

"Yo bailo porque estoy orgulloso de mi cultura. La danza es suave y dulce, como los camboyanos", asegura Chork Chetra, administrador de la escuela que usa sus ratos libres para perfeccionar su técnica de baile.

La danza tradicional jemer, también denominada ballet real camboyano, fue inscrita en 2008 en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO.