Unos doscientos animales, incluidos un gorila, un pingüino, varios tigres y osos, viven hacinados en una especie de arca de Noé empleada de reclamo por un centro comercial en la capital de Tailandia.

Este peculiar zoológico de los grandes almacenes Pata ocupa las dos últimas plantas de un edificio de varias alturas con comercios dedicados a la venta de ropa, comestibles y aparatos electrónicos de marca y también falsificados.

Los grupos ecologistas mantienen desde hace tiempo una guerra contra la dirección de este centro comercial, al que denuncian con insistencia por exhibir a los animales en jaulas minúsculas y no prestarles la atención adecuada.

Pero el zoo de Pata, empresa con centros en varios barrios de Bangkok, ha hecho caso omiso, amparándose en una legislación poco rigurosa, sostienen los grupos ecologistas.

La solitaria gorila Bua Noi, apodada "King Kong", es el reclamo estrella de esta colección de animales formada también por serpientes pitón, cobras, lagartos, ciervos, pájaros, tortugas exóticas, así como algunos ejemplares albinos de puercoespín y de macaco.

Con un aire apático, Bua Noi, de 25 años, se mueve en círculos por un habitáculo de unos diez metros cuadrados en el que han puesto un neumático que hace de columpio, tras recios barrotes y una gruesa mampara transparente.

La gorila se quedó sola hace unos años cuando murió el otro espécimen, Bua Na, un macho de 50 años.

Con todo, Bua Noi es una afortunada comparada con sus parientes los orangutanes, mandriles, chimpancés o macacos, que tienen que conformarse con la versión zoológica de un "minipiso", de apenas cuatro o cinco metros cuadrados.

Los chimpancés han aprendido a mendigar a través de los barrotes los brotes y hojas que los visitantes compran en el recinto por 20 bat (sobre 0,6 dólares o 0,4 euros), y también a escupir a aquellas personas que les niegan el aperitivo.

El mandril, de rostro pintoresco y trasero rosado, se masturba en una esquina de la jaula tras ser rechazado por la hembra.

Los fines de semana, el zoológico suele organizar espectáculos con chimpancés provistos de espadas de plástico que simulan combates de esgrima, o monos maquillados a los que hacen montar sobre una bicicleta.

Los cuidadores de los animales aseguran que, lejos de sufrir estrés o maltrato, los inquilinos de este zoo reciben una atención privilegiada y están mejor alimentados que muchos humanos en otras partes del mundo.

"Este chimpancé se llama Kat y tiene 8 años, es tan manso que lo podemos sacar a pasear y los niños pueden acariciarlo y jugar con él sin problemas", explica una de las cuidadoras, que prefiere mantener su nombre en el anonimato.

"Sé que las jaulas son pequeñas, pero no hay más espacio", reconoce, mientras entona una melodía que hace bailar a Kat.

Recientemente, los responsables del centro se felicitaron por el nacimiento de un ejemplar de pantera, que se encuentra al cuidado de los veterinarios.

Para los grupos comprometidos con la defensa de los animales como PETA y Wildlife Friends Foundation, el zoológico debería ser cerrado porque consideran que encerrarlos en esas angostas jaulas es una tortura y una crueldad.

"Las condiciones del Zoo Pata son de las peores que PETA ha encontrado jamás. Las jaulas son extremadamente pequeñas e inadecuadas, los animales viven en un hábitat inapropiado", aseguran desde el grupo ecologista.

Wildlife Friends Foundation lamenta que en apenas treinta metros haya enjaulados medio centenar de especies diferentes, incluido un solitario pingüino, cuyos familiares han ido muriendo uno a uno en los últimos años.

Los pingüinos y otras especies de animales de hábitats fríos se encuentran en cámaras refrigeradas para protegerse del calor tropical de Bangkok.

El cuidador de la gorila, Suwan Netlak, dijo que le molestan las campañas ecologistas en contra el Zoo Pata y aseguró que su mascota disfruta una vida holgada con aire acondicionado, televisión y todo tipo de alimentos.

"Bua Noi es alegre y le gusta jugar con las hojas de plátano. Si compro carne de cerdo para almorzar, lo primero que hago es guardar una porción para ella", dijo Netlak, de 60 años.

"Ellos (las ONG) llegaron a decir que el gorila lloraba de pena, cuando de hecho carecen de glándulas lagrimales", apuntó.