El uso del coche eléctrico como alternativa para el transporte podría llevar a una "burbuja" similar a la que se ha producido en la energía fotovoltaica, tal y como señaló en una entrevista Ricardo Guerrero, profesor del departamento de Física Básica de la Universidad de La Laguna.

Guerrero es autor de un estudio sobre el presente y futuro de los biocombustibles líquidos, en el que también han participado los profesores Gustavo Marrero, del departamento de Análisis Económico de la Universidad de La Laguna; José Manuel Martínez-Duart, del departamento de Física Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid, y Luis Puch, del departamento de Análisis Económico de la Universidad Complutense de Madrid.

Guerrero explicó que la electricidad para los vehículos puede proceder de las energías renovables, pero lo más habitual es que lo sea de la convencional, con lo que con la implantación masiva de esos turismos habría menos contaminación en las grandes ciudades, pero no en los lugares en los que se produce la energía eléctrica.

Además, en el caso de España, se seguirá dependiendo de importar la materia prima.

Otro problema del vehículo eléctrico es el precio de la batería, que está en torno a los 600 dólares por kilovatio-hora de energía acumulada y, a juicio de Ricardo Guerrero, si no baja a la mitad será un lastre para su desarrollo.

Guerrero comentó que la conversión de energía en el vehículo puramente eléctrico se puede tratar de "combinar" con combustible renovable en el vehículo híbrido, para que cuando la batería se agote haya un motor que dé más autonomía de desplazamiento.

Frente a la situación de apostarlo todo por el coche eléctrico los investigadores citados proponen que en España se aumente la producción y utilización de los biocombustibles, con lo que se conseguiría reducir la dependencia energética, se aumentaría el valor de las cosechas y se recuperaría y se pondría en valor energéticamente la materia viva.

El Gobierno de España ha subido la exigencia de mezclar la gasolina y el gasoil, de forma que casi el 6 por ciento de los combustibles líquidos para automoción están compuestos por biocombustibles, indicó Ricardo Guerrero.

Si la mezcla se sube de modo que los combustibles supongan entre el 10 y el 12 por ciento puede ocurrir que las marcas automovilísticas digan que no pueden garantizar la duración de los vehículos, y en ese caso habría que tomar medidas adicionales como decirles que si quieren vender en tu país tienen que garantizar que pueden asumir ese incremento.

El investigador también dijo que es partidario del uso del vehículo flexible, que funciona sobre todo en Brasil y que permite cualquier tipo de mezcla.

"Lo que decimos es que, ya que es evidente que nos metemos en el híbrido, que se acepte también el biocombustible", declaró Ricardo Guerrero, quien subrayó que la idea general es que se disponga del mayor número posible de opciones y no se apuesta sólo por una, porque de ese modo se aumenta el riesgo.

Además, según Ricardo Guerrero, la diversificación se puede acompañar por producción propia de biocumbustibles para salir de la "tremenda" dependencia que España tiene de los fósiles.

En su opinión, "es interesada la polémica en torno a que la apuesta por los biocombustibles aumentaría el precio de los alimentos porque competirían con ellos por el suelo".

Algo que se resuelve de forma fácil, en palabras de Ricardo Guerrero, para quien bastaría por apostar por los biocombustibles de segunda generación, que son los que proceden, por ejemplo, de la biomasa de las podas y de los residuos agrícolas, así como de la masa forestal.

Y resulta que en Salamanca está la planta de biocombustible de segunda generación más grande y con mejor tecnología del mundo, destacó Ricardo Guerrero.