Un estudio a pie de pista ha revelado que el 90% de las máscaras de ventisca no protege adecuadamente los ojos, pese a ser ésta la opción más elegida por los esquiadores ante el creciente uso de cascos de seguridad, un porcentaje que en las gafas de esquiar se eleva al 25%.

Así lo confirma un estudio pionero realizado en febrero por el Instituto Federópticos y la Fundación Visión COI en la estación de esquí de Formigal, cuyos datos alertan sobre los peligros que corren los más de 6 millones de visitantes a las estaciones españolas, según datos de la Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña.

Los problemas más destacados de las lentes sometidas a estudio fueron carecer de un filtro contra la radiación infrarroja y que su índice de protección solar era insuficiente para días soleados.

Los expertos comprobaron que el 76% de los esquiadores desconoce el tipo de filtro óptico que lleva, aunque casi 9 de cada 10 son conscientes de los riesgos que asumen si utilizan uno no adecuado.

Del total de los encuestados, tan sólo un 12% tenía un grado de esquí clasificado como principiante, lo que significa que la mayoría, un 88%, contaba con un nivel medio o de competición.

La mitad de estos deportistas utiliza de forma habitual mascaras de ventisca, un hecho provocado por el creciente uso de cascos de seguridad. El 35% y 15% restantes se protegen con gafas de sol o ambas gafas, respectivamente.

Del total de filtros analizados, el 70% de las gafas de ventisca contaba con una categoría de protección nivel 1 y el 30% restante de 2, un índice "insuficiente y potencialmente peligroso si el día está soleado". En lo que se refiere a gafas de sol, la protección más usada era de 3 y 4 con un 60% y 28%, respectivamente.

Un dato que destaca especialmente es que un 43% de los esquiadores encuestados utiliza gafas en su vida normal. Sin embargo, del total de personas que necesitan compensación, un 48%, abandona su corrección ocular para esquiar.

En la nieve se refleja hasta el 80% de los rayos ultravioleta (UV) y por este motivo, una sobre exposición puede producir oftalmía de nieve o queratoconjuntivitis, una inflamación de la córnea y de la conjuntiva -membrana mucosa que cubre lo blanco del ojo y que tapiza el interior de los párpados-, ha explicado Marisol García Rubio, presidenta de la Fundación Visión COI.

Además, cuando las condiciones climáticas son desfavorables y dificultan la visión, los esquiadores con un índice de protección inadecuado pierden seguridad y equilibrio. La orientación también se ve alterada y aumenta el riesgo de caídas y accidentes.

Los daños producidos por la luz solar son acumulativos y pueden aumentar los riesgos de enfermedades en la retina, según ha advertido la experta.

Entre los síntomas más comunes están los ojos rojos, la sensación de calor o incluso padecer queratoconjuntivitis o visión borrosa a causa de un edema corneal.

García Rubio ha comentado que el exceso de la radiación infrarroja puede llevar a un problema de cataratas o pterigión -crecimiento anormal de tejido sobre la córnea- debido al efecto de dilatación de la pupila.

A menor índice de luz, la pupila se dilata, con lo que su grado de protección frente a afecciones externas desciende de forma cuantitativa.

Por ello, disponer de un filtro infrarrojos retrasa la aparición de cataras, previene el calentamiento del globo ocular y disminuye la fatiga y la irritación. Además, previene el envejecimiento acelerado del tejido humano y de la piel alrededor de los ojos y de la retina.

A la vuelta de un día de esquí, los expertos aconsejan utilizar una lágrima artificial hidratante para descansar las estructuras de los ojos e hidratarlos, y practicar "palming" durante 30 segundos: se trata de intentar ver negro tapando los ojos con las palmas de las manos porque eso repone el pigmento de la retina.