La "insensibilidad" de algunas madres ante las señales que emiten sus bebés, a los que no responden adecuadamente para fomentar su buen desarrollo, la estudia un grupo de psicólogos de la Universidad de La Laguna, ha dicho en una entrevista la catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación María José Rodrigo.

El estudio forma parte del proyecto Neurocog, en el que investigadores de las dos universidades canarias desarrollan líneas de trabajo relacionadas con las funciones cognitivas del cerebro, y en este caso el trabajo se centra en el maltrato infantil por omisión o negligencia.

Rodrigo ha explicado que el maltrato infantil por omisión o negligencia consiste en no prestar la necesaria atención o apoyo al bebé en la satisfacción de sus necesidades básicas, que son además de la alimentación, salud y protección física, la estimulación y la interacción social.

Este tipo de maltrato es muy frecuente dado que representa en torno al 70 por ciento de los malos tratos a la infancia, mientras que los porcentajes restantes se reparten entre los malos tratos físicos, corrupción de menores, abusos sexuales y otros tipos.

Hay varios grados de negligencia y el más frecuente es la educativa, que supone la falta de atención y apoyo en todo lo relativo a los aprendizajes escolares.

A continuación está la negligencia psicológica que implica una gran desatención en la estimulación psicológica y la interacción social con el bebé.

El cuadro de negligencia severa se completa si faltan además cuidados en la alimentación, la salud y la protección del bebé, agregó María José Rodrigo, que realiza estas investigaciones junto con Inmaculada León, Profesora Titular de Psicología Básica y un equipo de investigadores de la Universidad de La Laguna y del Centro de Neurociencias de Cuba.

La catedrática de Psicología Evolutiva ha señalado que este maltrato se puede producir en ocasiones por una depresión posparto, pero también por circunstancias adversas como son los graves problemas económicos, la exclusión social, problemas de violencia familiar, o abuso de sustancias, entre otras.

María José Rodrigo ha declarado que, a pesar de que el maltrato por omisión es frecuente, sus efectos han sido menos investigados que los del físico o el abuso sexual, de modo que los primeros estudios sistemáticos se hicieron en orfanatos de Rumanía tras la destitución del dictador Nicolai Ceaicescu.

En aquellos orfanatos, debido a sus deficientes condiciones materiales y de trato a los menores, se registraron muchos casos de niños con retrasos graves en el desarrollo que han acarreado graves consecuencias para su salud mental y física.

Han sido mucho menos estudiadas las características de las madres negligentes por lo que, en los trabajos que dirige María José Rodrigo son objeto de atención.

A partir de varios estudios se han observado algunas de esas características como son por ejemplo su gran pasividad ante las acciones de los bebés.

Los bebés lloran, vocalizan, sonríen y hacen miles de señales con gestos, de manera que expresan muy bien sus necesidades.

Sin embargo esas madres, aunque tengan al niño todo el día en brazos, no responden ante dichas señales, por lo que el niño o la niña no llegan a tener la sensación de que lo que hacen tiene consecuencias en el mundo que le rodea.

María José Rodrigo ha comentado que, desde el punto de vista de su razonamiento, esas mujeres están más centradas en sus necesidades adultas que en las necesidades del hijo y por ello su foco de atención está desplazado fuera del mundo del bebé.

No se sabe si esto se debe a que esas mujeres no han madurado lo suficiente para adquirir la responsabilidad de ser madres o porque tienen un déficit especifico en este aspecto, pero sea por una razón o por otra desde hace años se trabaja con ellas en programas de educación para que aprendan las habilidades básicas para atender a los niños.

Los programas educativos de prevención se realizan en Castilla-La Mancha, Castilla y León, Canarias y en algún ayuntamiento como el de Lleida.

Tras los primeros estudios, a los investigadores les ha quedado la inquietud intelectual de saber más sobre la insensibilidad que presentan estas mujeres por lo que por medio del proyecto Neurocog han iniciado una línea de trabajo más básica.

Esta línea de trabajo, que llevan a cabo en colaboración con el Centro de Neurociencias de Cuba, ha introducido una nueva metodología basada en lo registros de actividad cerebral para poder entender mejor el comportamiento diferencial de estas madres.

Según señala María José Rodrigo, los resultados del primer estudio indican que mientras que las madres "control" muestran, en los estadios iniciales del procesamiento más reactividad ante el llanto del niño que ante su risa o expresión neutral, las madres "insensibles" no muestran esa pauta.

Esto es, aunque dichas madres distinguen entre expresiones cuando se les pregunta, sus respuestas cerebrales no exhiben una reactividad diferenciada hacia el llanto.

Asimismo, también muestran una mayor atenuación en su reactividad cerebral al contemplar expresiones infantiles en general, en estadios posteriores del procesamiento.

Esta atenuación en la reactividad cerebral se ha encontrado también en poblaciones con depresión y esquizofrenia, o en algunos casos de drogadicción, pero las madres de estos estudios no sufrían esos trastornos.

Una pista interesante a seguir es que la atenuación que muestran en sus respuestas cerebrales está muy relacionada con la incapacidad de experimentar placer en los encuentros sociales, lo cual indica que hay algún rasgo que hace que estas personas estén menos ávidas del contacto social, ha dicho María José Rodrigo.

Tras esos primeros resultados, se planteó una segunda cuestión para investigar si la insensibilidad detectada era generalizada o específica para las caras de llanto de los bebés.

Para ello se llevaron a cabo nuevos estudios, en los que se apunta que dicha insensibilidad de carácter más atencional y automática parece estar sólo centrada en los llantos de bebés y no en otros estímulos emocionales.

No obstante, aparecen fallos más generalizados en la elaboración cognitiva de estímulos emocionales de todo tipo.

Pero María José Rodrigo también ha subrayado que, con independencia de que en los resultados se vea una base neurológica en el proceso, eso no quiere decir, ni mucho menos, que no se pueda modificar.

Los investigadores piensan si poner a prueba reparaciones basadas en una intervención atencional-conductual que modifique la pauta cerebral atípica, lo que sería una demostración de que con la educación se pueden lograr cambios en la respuesta cerebral más allá de lo conductual, concluyó María José Rodrigo.