Los trastornos psiquiátricos pueden afectar a cerca de un 20 por ciento de los niños y adolescentes, y hasta el 60 por ciento de los menores diagnosticados de esta patología puede recaer años después, según explican desde la Fundación Alicia Koplowitz que ha organizado estos días la VI Jornada Científica sobre los trastornos psiquiátricos en la infancia y la adolescencia, en colaboración con la Fundación Jiménez-Díaz.

"Está comprobado que entre un 23 y un 61 por ciento de los niños y adolescentes diagnosticados de un trastorno psiquiátrico cumplirá, años después, alguna patología psiquiátrica y el tratamiento temprano es clave para poder paliar su severidad futura", explica la coordinadora de programas científicos de la Fundación Alicia Koplowitz, Elena Guisasola. Los expertos coinciden en señalar la importancia de la detección precoz porque "cuanto antes se informe al paciente de que tiene este problema, menos posibilidades de recaída tendrá en la edad adulta y, si aparece, se le puede tratar cuanto antes", explicó el jefe de servicio de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz, Enrique Baca García, para quien, "lo importante no es tratar al niño o adolescente para evitar que aparezca luego esa patología, sino también para que se sepa que lo que tiene es vulnerable, y no perder el tiempo en la edad adulta intentando saber qué le ocurre".

Los trastornos depresivos son uno de los problemas psiquiátricos más comunes en la infancia y la adolescencia. Se estima que la prevalencia de la depresión es del 1 al 2 por ciento en niños y del 4 al 8 por ciento en adolescentes. Los expertos apuntan que existen factores genéticos que propician su aparición. "Si uno tiene familiares con depresión corre más riesgo de sufrirla", asegura Baca, quien también explica que "la exigencia del medio, de la sociedad, genera mucha presión sobre los jóvenes; las expectativas de la familia sobre cada hijo es mucho mayor que la de hace años y esto puede frustrar a los menores".

Normalmente se relaciona la depresión con la tristeza y el llanto, sin embargo, "puede haber equivalentes depresivos que lleven al niño a una especie de hiperactividad como huida hacia delante", aseguró el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría, Josep Cornella.

Entre los signos de alerta, ambos expertos destacan el cambio "súbito" que se produce en la vida del niño con depresión. "Se producen alteraciones en la conducta tanto a nivel escolar como familiar, empiezan a estar más irritables y el rendimiento escolar baja", especifica Baca quien añade que "hay otros pequeños cambios que ponen sobreaviso de que hay un trastorno afectivo en el niño como el hecho de que no coma ni duerma bien, que pierda peso y que esté más abatido". En opinión de Cornella, "cuando su vida se bloquea de esta manera, es cuando hay que acudir al pediatra en primer lugar y él lo podrá derivar a un servicio de psiquiatría infantil.