La localidad oscense de Grañén ha visto con tristeza cómo la suerte le rozaba pero no se detenía, ya que a pesar de haber vendido íntegro el número 58268, agraciado con el "gordo" más gordo de la historia de la lotería de Navidad, gran parte de los 720 millones del premio han volado fuera del pueblo.

Los habitantes de Grañén viven entre la decepción por el poco dinero que ha dejado el Gordo en esta localidad y la alegría por la cercanía de los municipios a los que se han ido los millones.

Se trata de la segunda vez que Huesca es agraciada con el primer premio de la lotería de Navidad, después de que en 1963 el número 19936 llevase la suerte a esta provincia.

Este año el Gordo decidió madrugar y no eran aún las nueve de la mañana, hora canaria, cuando los niños María José Posligua y Johan Fernández cantaban el 58.268, premiado con 4 millones de euros por serie, lo que implica que el poseedor de cada décimo se embolsará 400.000 euros.

El número fue vendido íntegramente en la administración número uno, situada en la calle Joaquín Costa, 4, de Grañén, una localidad de apenas 2.000 habitantes en la deprimida comarca de Los Monegros.

Sin embargo, la suerte pasó de largo por este municipio, ya que la mayoría de las series, de la 150 a la 160, fueron vendidas a dos bares de Huesca, a uno de la localidad oscense de Tardienta y a las asociaciones de Amas de Casa de Sodeto y Albaruela de Tubo, por lo que solo unos pocos décimos se quedaron en el pueblo.

La lotera de Grañén, María Pilar Azagra, dijo a Efe que tenía consignado íntegramente el número agraciado y que lo había vendido prácticamente todo, "salvo algunos décimos".

Aunque la mayor parte del dinero del Gordo no se quedó en la comarca de Los Monegros, sus habitantes pueden considerarse afortunados porque su tasa de paro ronda solo el 8 por ciento.

Como cada año, el reparto de este premio estuvo marcado por numerosas anécdotas, como la del camionero de la empresa Fitosa de Molina de Segura (Murcia), Ángel Martínez Zaragoza, que antes de viajar a Huesca para transportar maquinaria, les dijo a sus compañeros: "Voy a Huesca. ¿Os traigo lotería?".

El resultado fue que este camionero fue ayer regado con cava para celebrar los 400.000 euros que cada compañero ha obtenido por uno de los diez décimos que adquirió en Grañén.

Otra historia, aunque menos afortunada, es la de Rafael Mallada, propietario del bar Bolea de Tardienta, cuando se enteró de que el bar Boira, de reciente apertura, fue el que repartió la suerte del Gordo en esta localidad oscense.

A pesar de que le habían ofrecido lotería de ese número, como no es jugador no llevaba "nada", por lo que ayer confesaba sentir "envidia" de los premiados, entre ellos su hermano, agraciado con 400.000 euros de un décimo.

El bar "Carlitos", abierto hace un mes en Huesca por una familia de rumanos, vendió entre sus clientes 380 décimos del Gordo, guarismos que provocan mareos al traducirlos a euros, y más aún a las antiguas pesetas.

Según Mijaela, hermana de Carlitos, un niño de diez meses que da nombre al bar, la práctica totalidad de los clientes son trabajadores o inmigrantes que se mueven por la zona.

El Gordo viajó también hasta cuatro pueblos salmantinos de la mano de un vecino de la zona de Las Arribes del Duero, Eleuterio Sánchez, al que sus allegados llaman El Lute y que vive de una pensión, que compró los décimos en Huesca.

Algunos de los afortunados forman parte de una cuadrilla de la construcción de la localidad de Cabeza del Caballo (Salamanca), según explicó su jefe, Juan Manuel Rodríguez.

Ya había tocado

Curiosamente, Grañén ya se llevó el premio máximo de la Lotería Nacional hace 50 años y le tocó a la familia del marido de la actual lotera del pueblo. Fortunato Oriol, marido de María Pilar Azagra, encargada de la única Administración de Loterías del municipio, la número uno, recuerda que el Gordo (el número 19936) le tocó en el año 1963 a sus padres, cuando él tenía diez años de edad.

"Vinimos a Grañén desde Rubielos de la Cérida (un pueblo de la Comarca del Jiloca, a 78 kilómetros al norte de Teruel) y mis padres montaron un bar en septiembre de 1963 y en diciembre les tocó la lotería", rememora.

Oriol dice que sus padres jugaron 25 pesetas y les tocaron 186.000 (1.117 euros actuales).

"El traspaso del bar les había costado 200.000 pesetas con lo que pudieron pagarlo casi en su totalidad con el premio de la lotería", explica.

El bar "funcionó durante muchos años", pero luego se traspasó y finalmente se construyó un hotel en el solar que ocupaba.

La suerte ha llamado dos veces a Fortunato Oriol, primero a sus padres, y ahora a la administración regentada por su mujer, pero se lamenta de que ninguno de los dos tenía décimos del número premiado.

"Recorro los pueblos de la comarca entregando décimos, pero no me quedé con ninguno de ellos", continúa Oriol, que cuenta que un establecimiento al que suele llevar lotería, cuando mostró el número ayer premiado (el 58268) sus clientes lo rechazaron y le pidieron que les diera uno terminado en cinco.

Hace 50 años la Administración de Loterías de Grañén no era la número uno de hoy en día, sino la número dos, regentada por Paquita Otín, según cuentan las crónicas del año 1963. El premio estuvo entonces muy repartido entre los vecinos de la localidad.

Una serie, por ejemplo, fue adquirida por el jefe de la sucursal de almacenes Barluenga y distribuyó participaciones de 25, 50 y 100 pesetas entre los empleados, familiares y amigos, y media serie fue distribuida en el vecino pueblo de Sosa.