Luis y Alfredo, nombres ficticios de los dos miembros del grupo Tinerfe de Alcohólicos Anónimos de Santa Cruz de Tenerife que recibieron a EL DÍA en el local que esta asociación tiene en la céntrica Rambla capitalina, cuando hablan de la labor que hace este colectivo, lo hacen en clave de transformación de vidas e, incluso, "de una nueva forma de vivir".

Es imposible resumir en pocas líneas el trabajo que han realizado los componentes de este grupo a lo largo de 45 años, que son los que ahora celebra Tinerfe y que, por cierto, según relató Luis, los convierte en pioneros en las Islas, solo precedidos por otro local que se abrió en Gran Canaria poco tiempo antes.

Lo que sí es cierto es que tras el consumo de alcohol sin control, suele haber un drama familiar e incluso el no reconocimiento de la existencia de un problema que tiene tratamiento, un tratamiento que no lleva medicación, sino mucho esfuerzo personal y el apoyo incondicional y sincero de otros miembros que antes pasaron por el mismo trance.

Y es así porque, según manifestaron, cada vez son más las mujeres que venciendo el miedo y la vergüenza de acudir a un lugar de estas características, llaman al teléfono de Alcohólicos Anónimos en Tenerife o tocan en la puerta de los múltiples locales que existen en Canarias y piden ayuda.

Esa es quizá la parte más difícil. A pesar de que quienes conforman el entorno del enfermo hacen verdaderos esfuerzos para hacerle ver que ya nada es como antes, que rezuma irascibilidad, que su comportamiento ha cambiado con respecto a la familia, los amigos o el trabajo convirtiéndolo todo en una sombra de lo que fue, hasta que quien sufre la adicción no se dé cuenta por sí mismo y afronte que quiere combatirla, no habrá nada que hacer.

La antesala a la entrada en Alcohólicos Anónimos puede ir precedida de numerosos e infructuosos intentos para dejar la adicción, de episodios de violencia física o verbal en el núcleo más cercano o incluso de abandono sistemático de determinados hábitos y rutinas cotidianas que suelen terminar en conflictos laborales o de cualquier otra índole.

"El alcoholismo se esconde detrás de muchas viviendas, detrás de muchas familias", dice Luis, que lleva 18 años sin tomar una copa y con una experiencia acumulada que le permite asesorar a otros que buscan ayuda, como él hizo en su día y como la que buscó Alfredo, sentado a su lado, compartiendo charla y a quien Luis apadrinó.

Existen diferentes perfiles: el bebedor secreto o el intermitente, como "era mi caso, que no era de diario, pero cuando lo hacía era comenzar y no saber cuándo iba a parar", reconoce Luis. En el caso de Alfredo, cuando decidió que no podía más y que necesitaba ayuda, dejó atrás un historial de problemas familiares, sociales e incluso laborales. Toparse con el local que tiene la asociación en el barrio de la Cruz del Señor fue lo mejor que le pudo haber pasado. Le preguntaron si "de verdad estaba convencido de querer dejar la bebida y si sabía que se trataba de una enfermedad, una enfermedad incurable". Él asintió, empezó a asistir a las reuniones y a continuación llegó la recuperación que consta de 12 pasos. A Alfredo lo enganchó el relato de las experiencias compartidas con aquellas personas inicialmente desconocidas en las reuniones porque "me identifiqué enseguida"... y de eso hace ya 12 años.

Ambos están entregados a la tarea de "proporcionar amor y comprensión y devolver así parte de lo que recibimos en su momento", por eso Alcohólicos Anónimos no acepta dinero de nadie, sino colaboración. De ahí su abnegación, porque son plenamente conscientes de que llegar hasta allí "es muy difícil". La clave para la recuperación está en la fortaleza individual que se va trabajando con el apoyo del grupo, por eso los plazos son cortos, de 24 horas, que son las que se estipulan para dejar de beber inicialmente; nadie supervisa ni hace seguimiento a nadie, por lo que existe absoluta libertad para dejarlo o para quedarse y anonimato, que es fundamental en los inicios del proceso.

Al que llega nuevo, el mensaje es claro: "¡No a la primera copa! La que hace daño no es la tercera o cuarta copa que bebamos, es la primera".