Josefa López Alcaraz tiene 37 años y dos hijos de 4 y 9, perdió una pierna al ser sepultada entre los escombros de una cornisa cuando dos terremotos sacudieron Lorca el pasado 11 de mayo, y hoy, un año después, se siente "una absoluta privilegiada de la vida" porque su experiencia no es comparable con la de quienes corrieron peor suerte esa tarde.

En una conversación a dos días del primer aniversario del siniestro, esta mujer asegura: "no solucionamos nada agobiándonos", e insiste, como hilo conductor de su relato, en la generosidad expresada este último año, en el altruismo de decenas de voluntarios y en la ayuda que "unos a otros" se están dando.

"Lo que me ha pasado es muy duro, física y mentalmente. Estuve dos meses y un día en el hospital, me han operado dos veces y estoy a la espera de una nueva intervención", ha narrado Josefa, que vivió hasta octubre pasado en casa de sus suegros porque la suya también resultó dañada por los terremotos.

Cuando se cumple un año de la tragedia, esta mujer y su familia viven de la ayuda diaria de Cáritas y Cruz Roja porque -explica- su marido dejó el trabajo para asistirla, ha agotado la prestación por desempleo y está a la espera de que aprueben una solicitud de subsidio.

"En Lorca nos hemos ayudado mucho pero la verdad es que estamos muy tocados en el tema económico", reconoce antes de lamentar que "no hayan llegado las ayudas" a los damnificados, y que casos como el suyo no hayan sido valorados económicamente por los tribunales médicos por no haberse cerrado su historia clínica.

No obstante, Josefa López, que espera "alegre" el aniversario de los seísmos, dice estar muy agradecida a los médicos y sentirse muy orgullosa de la respuesta de Lorca ante esta tragedia.

Cuando se le pregunta por algún recuerdo especial de estos meses, Josefa López habla sin parar de los voluntarios de las ongs, y de la Mesa Solidaria, coordinadora de las aportaciones privadas llegadas a la ciudad a raíz de los terremotos, y también recuerda muchas veces al doctor Medina, el traumatólogo que le recibió a su llegada al hospital y al que le dijo: "sálvame la vida".

También habla a EFE sobre la "lección" aprendida en Lorca los días posteriores a los terremotos, cuando "el tráfico era caótico y nadie se desesperaba al volante", el director de Cáritas en esta ciudad, Lázaro Caballero, quien opina que para los vecinos "fue una especie de catarsis sentir que se podía ser útil haciendo algo por los demás".

Según Caballero, decenas de lorquinos siguen hoy "como damnificados y voluntarios" colaborando con los afectados más vulnerables de esta tragedia, sobre todo inmigrantes, parados de larga duración y familias desplazadas todavía de sus hogares.

Desde el barrio de La Viña, el más afectado por los seísmos y donde vivían cerca de 7.000 personas (el censo de la asociación de vecinos rebaja la cifra actual a la mitad), se subraya también que la recuperación de Lorca "es cosa de todos", en palabras del secretario de este colectivo vecinal, Gregorio Espadas.

"Hay solares donde hace meses hubo escombros y antes edificios", ha señalado Espadas, que se queja de la lentitud administrativa en la recuperación del barrio, de los problemas económicos de muchos para pagar hipotecas y alquileres, y de lo difícil que resulta, en proyectos de rehabilitación, conciliar intereses en grandes comunidades de propietarios.

En La Viña residía Raúl, de 14 años, la única víctima mortal menor de edad, cuya familia tenía un restaurante que permanece clausurado por los daños producidos en el inmueble y que, para seguir viviendo, regenta desde entonces un quiosco-bar en el parque del barrio.

En declaraciones a Efe, la madre de Raúl, Sonia Molina, que sufrió lesiones en un pie y acaba de reincorporarse al trabajo tras diez meses y medio de baja, ha dicho hoy que la situación de su familia es "muy complicada, como la del resto de damnificados", y que conforme pasa el tiempo los recuerdos del 11 de mayo son "más duros" porque "es cuando empiezas a darte cuenta de lo que ha pasado".

En el barrio de La Viña se encontraba de guardia la tarde de la tragedia la médico del 061 María José Carrillo, que atendió inmediatamente después de los temblores a una madre que murió sepultada entre los escombros, y que recuerda la "ayuda espontánea que llegó desde todos lados".

"Yo estaba de guardia esa tarde, pero en Lorca trabajó ese día todo el mundo", recuerda emocionada esta médico, que agradece insistentemente la ayuda de bomberos, policías, sanitarios y particulares que se movilizaron desde todos los puntos de la Región y otras comunidades al conocerse la tragedia.