Cerca del 60 por ciento de los adolescentes que acuden a los programas de la asociación Proyecto Hombre reconoce tener consumos problemáticos de alcohol durante su tratamiento por otro tipo de drogas, lo que evidencia la baja percepción del riesgo de los jóvenes por el abuso de esta sustancia.

Este consumo es en muchos casos compulsivo -se ingiere más de cuatro o cinco copas en una hora-, un fenómeno social que está surgiendo entre los jóvenes y que es conocido como "binge drinking", o lo que es lo mismo, beber alcohol con la intención primordial de intoxicarse en un corto periodo de tiempo.

Así lo han señalado los responsables de esta asociación, entre ellos su presidente, Luis Manuel Flórez, el director de la Escuela de Formación, Antonio Jesús Molina, y el terapeuta Pablo Llama, en una rueda de prensa para presentar las jornadas "Jóvenes y alcohol: enfocando una realidad".

La asociación ha constatado un incremento en la petición de ayuda por parte de las familias que acuden a sus centros, preocupados por el comportamiento de sus hijos y con sospechas de que están consumiendo algún tipo de droga.

Proyecto Hombre atendió en 2011 a 1.143 jóvenes, que acudieron a sus centros para tratamiento por un consumo problemático de alguna sustancia estupefaciente, en su mayoría cannabis (79,5%), seguido de la cocaína y el alcohol.

Si comparamos estos datos con los del año anterior, se observa una reducción en el consumo de la mayoría de las sustancias, pero con una salvedad, aumentan las borracheras compulsivas y a edades cada vez más tempranas.

Los jóvenes tratados cuentan con un perfil "más normalizado" que en años anteriores, según Molina, ya que el 91,3% vive con ambos padres o con un progenitor, y el 75,2% está trabajando o estudiando, con lo que ya no se les vincula con la marginalidad y la delincuencia.

"Jóvenes con una vida bastante normal -ha explicado- y que dentro de esa vida entran por algunos motivos en el consumo de drogas, aunque sobre todo nos encontramos personas que consumen varias sustancias, es decir, policonsumidores y, en muchos casos, el alcohol no lo consideran como sustancia principal de consumo".

Sólo un 3,9% de los adolescentes que acuden a estos centros lo hace directamente por el consumo de alcohol.

Un padre o una madre puede tardar horas en llamar a uno de estos centros si ve a su hijo fumar un porro o le descubre consumiendo otra sustancia, según los especialistas; sin embargo si llega borracho a casa "con suerte" le dirá algo, porque lo habitual es que lo entienda como una forma vital del proceso de adolescencia.

Pero la verdadera incidencia de esta sustancia en los jóvenes tratados en los centros, se aprecia claramente cuando comienzan los tratamientos. A lo largo de ellos, se descubre que cerca del 60% de los adolescentes ha tenido algún tipo de problema con el alcohol e incluso es su consumo más preocupante.

"El fenómeno del alcoholismo se suele reconocer a largo plazo, pero además en adolescentes, aunque haya habido esos consumos problemáticos, difícilmente reconocen el alcohol como sustancia principal de consumo", han señalado.

Al buscar los motivos de ese consumo en los jóvenes, hay que pensar en el placer físico que les puede dar, pero además, según Llana, hay que analizar lo que significa en ellos: transgredir la norma, experimentar, diversión o por "no ser distinto al grupo de iguales".

Para no caer en esta adicción, los especialistas abogan por la prevención, porque "nos puede tocar a cualquiera en un momento de nuestra vida", y en concreto por programas de intervención entre los más jóvenes para que se den cuenta de las consecuencias que puede tener en su salud y en su proceso de maduración, porque la edad de inicio en el consumo suele ser de 13 y 14 años.