El 90 por ciento de las personas que padecen Síndrome Metabólico tiene el hígado graso asociado, en la mayoría de los casos, a comportamientos alimentarios "aberrantes" y fenómenos inflamatorios que podrían dar lugar a cirrosis o cáncer de hígado.

En un comunicado difundido hoy, la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) alerta del incremento "notable" de casos de hígado graso en los últimos años.

Dicho porcentaje (90 por ciento), señalan, se explica por el hecho de que esta dolencia va ligada a otros factores de riesgo propios del síndrome metabólico (hipertensión, resistencia a la insulina, obesidad abdominal o triglicéridos elevados).

El hígado graso, también conocido como esteatosis hepática no alcohólica, es una afección que consiste en la acumulación de grasa en el hígado.

La SEEDO explica que se trata de una enfermedad silenciosa ya que la mayoría de las personas que la sufren no presentan síntomas evidentes, aunque hay pacientes que pueden experimentar una ligera sensación de presión o dolor en el abdomen, fatiga crónica o pesadez después de las comidas.

Para la SEEDO su adecuado tratamiento es "indispensable para evitar complicaciones graves como la cirrosis o sus complicaciones como la encefalopatía hepática que puede conducir incluso al cáncer de hígado o al estado de coma", afirma.

La alimentación tiene un papel "primordial" en el tratamiento del hígado graso y las recomendaciones más habituales son la disminución del peso corporal y la modificación de la dieta.

Así, es importante seguir una dieta hipocalórica que aporte entre 1.200 y 1.500 calorías, aumentar el consumo de fibra, bajar el de hidratos de carbono simples y el de grasas saturadas, aumentar el consumo de grasas omega 3 y suprimir completamente el consumo de bebidas alcohólicas.

Todo ello completado con la realización de actividad física moderada para obtener un peso saludable y disminuir el riesgo cardiovascular.