Ángel Bermejo. Así se llamaba el hombre cuyos huesos fueron encontrados el 25 de agosto de 2010 entre dos colchones de una habitación abandonada de la pensión Padrón, en Santa Cruz de Tenerife. El juicio por este crimen, por el que se piden 40 años de prisión, continuará el próximo 21 de noviembre.

Este espeluznante hallazgo impactó a la sociedad tinerfeña, que se planteó diversas preguntas sobre este caso: ¿quién es la víctima? ¿Qué pasó en esa pensión? ¿Cómo no se percataron de la presencia de un cuerpo en descomposición? Estas y otras interrogaciones tuvieron respuesta esta semana durante el juicio contra el presunto autor de este crimen, José Antonio L.A., un hombre que, con diez condenas anteriores a esta causa, producía "miedo" en todo aquel que lo conocía.

La víctima.- Ángel Bermejo era de Zaragoza y llevaba años sin mantener comunicación con su hermana y sobrino. Su carácter era afable y era "buena persona". Se desconoce en qué momento llegó a Tenerife y qué le condujo a vivir de la beneficencia y a la intemperie. Según se confirmó en el juicio, Ángel consumía importantes cantidades de alcohol, las cuales costeaba con los más de 900 euros mensuales que cobraba a través de dos pensiones del Estado (una de Protección Familiar y otra del INSS). Pasaba el día en la calle, donde solía dormir, y en ocasiones acudía al Centro de Metadona del barrio Salamanca a recoger su dosis. A la hora del mediodía acudía al Albergue para almorzar, donde hizo algunas amistades; entre ellas, su presunto asesino, José Antonio L.A. Así, según se expuso en el juicio, pasaba los días Ángel Bermejo, hasta que a finales del verano de 2009 comenzó su calvario.

Su agonía.- Entre finales de agosto y principio de septiembre de 2009, presuntamente, Ángel Bermejo se mudó a la pensión Padrón para compartir habitación con José Antonio L.A., un conocido del centro de metadona y del Albergue. En ese momento comenzó su agonía. Según se expuso en el juicio, Ángel pasaba los días encerrado en la habitación 306, pues José Antonio no le dejaba salir nunca. El carácter débil de Ángel era sometido a la fuerte decisión de su raptor, quien le propinaba continuas palizas. Así, Bermejo era desnudado y atado de pies y manos, y luego, con la boca tapada, recibía fuertes golpes con puños, patadas y objetos contundentes, tal y como concluyeron los forenses por las lesiones que presentaban los restos del fallecido. Y es que Ángel solo podía salir de esa pensión, acompañado de su agresor, para retirar el dinero de sus pensiones y su dosis de metadona. Pero en alguna ocasión pudo escapar, aunque su agresor lo encontraba y lo devolvía a la habitación 306.

Denunció.- Fue durante esas pocas veces en que Ángel pudo escapar de la atenta mirada y control, presuntamente, de José Antonio, cuando relató lo que le ocurría a varias personas. Así, en una ocasión apareció solo con ropa interior y golpeado en el centro de metadona, donde contó a las personas que le entregaron su dosis su calvario y señaló a su presunto agresor, pero nadie hizo nada. En otra oportunidad, expuso su situación ante dos agentes de seguridad del Albergue, y solo obtuvo una recomendación de denunciar ante la Policía. También lo contó a algunos amigos y a facultativos de los centros médicos donde fue a curarse, recibiendo la misma indicación. Fue un conocido, tal y como declaró este en el juicio, quien una vez acudió a la pensión para liberar a Ángel de su encierro y lo llevó a su casa. Pero, según se expuso, José Antonio lo encontró y lo condujo de nuevo a su habitación de la pensión Padrón.

El crimen.- Ángel no llegó a denunciar nunca ante la Policía, que explicó en el juicio que lo ocurrido podría equivaler a una violencia de género. Así, y en fecha no determinada de principios de enero de 2010, presuntamente, víctima y acusado acudieron a recoger sus dosis de metadona. Al regresar a la habitación 306, José Antonio desnudó a Ángel, le ató pies y manos, le amarró a una de las camas, le puso un papel en la boca para que no pudiera gritar y comenzó a golpearle bruscamente con objetos contundentes y punzantes hasta acabar con su vida.

El ocultamiento.- Tras cometer el crimen, según expusieron los investigadores, el cuerpo sin vida de Ángel Bermejo fue trasladado en el colchón sobre el que estaba a la habitación contigua (302), donde, tapado con una sábana y una colcha, fue cubierto por otro colchón, encima del cual colocó varios enseres, entre ellos una maleta y un peluche. A continuación, presuntamente, el acusado fue a la habitación 306, limpió de mala manera el cuarto (pues dejó manchas de sangre en el techo, pared, cama y suelo), cogió sus pertenencias y se marchó de la pensión, dejando atrás un cadáver y numerosa documentación propia.

Ocho meses oculto.- Nadie volvió a entrar en esas habitaciones, pues se estaba rehabilitando la pensión, según declararon los hijos de la propietaria del establecimiento. Así, pasaron cerca de ocho meses hasta que se encontraron los restos de Ángel Bermejo, del cual solo quedaban huesos rodeados de huevos de cucarachas y demás fauna cadavérica. Fue el 25 de agosto de 2010 cuando los hijos de la propietaria de la pensión, en compañía de un inquilino, fueron a la habitación a 302 a buscar un somier. Les llamó la atención el mal olor que había en esa habitación, que estaba abandonada desde hacía un par de años, pero era "normal", pues el reflujo de las alcantarillas reinaba en todo el lugar. Pero sí resultó extraño la ventana abierta y los dos colchones que había en ese cuarto individual, al pie de los mismos, en el suelo, encontraron unos pequeños huesos. A raíz de esta visión, estas personas levantaron el colchón superior, descubriendo un esqueleto humano, en cuya boca había una pelota de papel, bordeado por varios centímetros de grosor de huevos de cucaracha y demás fauna cadavérica. Los fluidos de la descomposición del cuerpo habían sido absorbidos por los colchones, que tenían la forma del esqueleto perfectamente dibujada.

La habitación 302.- La habitación 302 de la pensión Padrón se había convertido desde meses antes de ocurrir los hechos en un "trastero". Tras la marcha de una pareja que allí se alojaba no se volvió a alquilar ese cuarto, pues se estaba procediendo a la rehabilitación de la pensión. Solo era usada por los propietarios para guardar los objetos que otros inquilinos dejaban abandonados. Sucia, revuelta e impregnada del hedor de la muerte, ese era el estado de la habitación 302 cuando se encontraron los restos de ángel Bermejo. En cuanto al cuarto 306, desde que José Antonio se marchó, los regentes aseguraron que nadie volvió a entrar, motivo por el que no fueron hallados los rastros de sangre por diversos lugares de la habitación.