Ser capturados por la Patrulla Fronteriza, morir ahogados o de sed no desanima al gran número de centroamericanos que desean dejar detrás una vida de privaciones y violencia y sustituirla por otra en la sombra, pero en el rico Estados Unidos. Mientras Washington debate la necesidad de reforzar aún más una ya de por si blindada frontera, los niños y adolescentes centroamericanos que esperan para traspasarla solo tienen una pregunta: "¿Los de la patrulla disparan con bala?". Robyn, hondureño de 24 años que se jacta de haber cruzado ya una vez con éxito, asegura que no, que en todo caso con pistolas de descargas eléctricas y que por lo tanto se puede intentar huir de la patrulla fronteriza una vez en territorio estadounidense. Pero ser capturados tampoco es un problema que les disuada, si así sucede Erick tiene pensado pedir asilo por la violencia en su país, para lo cual tiene preparada una coartada convincente que espera poder sostener en los interrogatorios. Para muchos la violencia es algo tan cotidiano en sus países que solo la consideraban una más de las muchas razones por las que quieren salir de Guatemala, Honduras o El Salvador, desde la más mundana de tener "ropa auténtica" a otras como ayudar a la familia. Multitud de chicos huyen de la violencia en busca del sueño americano Según Sor María Nidelvia, directora de la Casa del Migrante en Reynosa, ciudad mexicana fronteriza con McAllen (Texas), los inmigrantes centroamericanos llegan cansados de la violencia de las bandas, la extorsión de caciques, de policías y de la falta de oportunidades. La incertidumbre sobre qué les espera a otro lado consume a estos jóvenes centroamericanos y mexicanos, a los que más vallas, cámaras, patrulleros o la Guardia Nacional no van a disuadir y para quienes la esperanza es una necesidad.