La llegada del hombre a la Luna y su regreso a la Tierra, aventura cuyo 45 aniversario celebramos en estos días, fue un gran logro científico y técnico, pero tal vez no habría tenido el mismo impacto si no hubiera sido por la televisión.

Con más de 500 millones de espectadores que asistieron en directo al acontecimiento -la mayor audiencia lograda hasta entonces-, la televisión fue el ingrediente fundamental del primer hito verdaderamente planetario.

En Estados Unidos el paseo lunar atrajo a 125 millones de espectadores, casi el doble de lo que se previó inicialmente, según señalaba la revista Broadcasting en un artículo publicado el 28 de julio de 1969.

La hazaña mediática tuvo un costo de 11 millones de dólares y se calcula que participaron unas 1.000 personas en el proceso de producción en el que tenía que ser "el mayor espectáculo de la historia de la televisión".

Una red de 20 estaciones terrestres interconectadas con satélites sobre el Atlántico, el Pacífico y el Índico, permitieron llevar la señal proporcionada por la NASA a los telespectadores en Estados Unidos, Latinoamérica, Europa, Norte de África, Asia y Australia.

El lejano estado de Alaska recibió, además, la cobertura por medio de un satélite de la Fuerza Aérea y una antena del Ejército, para poder ver en directo la retransmisión.

La televisión, que comenzó a colarse en los años cincuenta en los hogares estadounidenses y se popularizó en los sesenta, ya en color, se posicionó como un medio ideal, en plena Guerra Fría, para modelar la opinión pública.

Estados Unidos, que se disputaba con la Unión Soviética el liderazgo en la tierra y en el espacio, fue enseguida muy consciente de la utilidad del aparato y, si se iba adelantar a su rival, quería que lo viera todo el mundo.

El 20 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong y Edwin Aldrin pisaron la Luna por primera vez, mientras Michael Collins, les esperaba en el "Columbia", sus pasos fueron vistos en directo.

En muchos hogares se siguió como un programa de televisión y quienes no disponían del aparato, todavía un lujo, acudieron a verlo con vecinos, familiares o en sitios públicos.

La NASA calcula que unos 530 millones de personas en el mundo vieron el alunizaje y los primeros pasos de los astronautas, los cuales, además de las cámaras que llevaban dentro, cuando salieron del "Eagle" colocaron otra en un trípode a unos 9 metros del módulo lunar para que quedaran registrados todos sus movimientos.

En total, en los nueves días que van desde el lanzamiento el 16 de julio hasta el alunizaje el 24 de julio, se utilizaron más de 230 horas de tiempo de satélite, superando el récord anterior de 225 horas conseguido durante los Juegos Olímpicos de Verano que se celebraron en Ciudad de México a lo largo de 18 días, en octubre de 1968.

La retransmisión de este acontecimiento también fue un reto para los periodistas que siguieron aquella jornada, cuyas narraciones en directo pasarían igualmente a la historia del medio.

En Estados Unidos el legendario periodista Walter Cronkite retransmitió durante 17 horas el evento junto con el astronauta Walter Schirra. Ambos permanecieron varios segundos en un silencio sepulcral después de que el módulo se posara en la Luna, antes de poder celebrarlo con confianza.

Los 60 fueron años agitados para Estados Unidos, con revueltas sociales, la guerra de Vietnam que desangraba a la juventud del país y los asesinatos del presidente John F. Kennedy (1963) y del activista Martin Luther King (1968).

Por eso, la llegada a la Luna, un objetivo que había marcado el presidente Kennedy en su famoso discurso en 1961, fue una ventana a la esperanza y una fuente de inspiración para las futuras generaciones de astronautas, ingenieros y científicos, que soñaron con formar parte de la NASA.

Sin embargo, la baja calidad de las imágenes que llegaron a la Tierra, que ahora han sido restauradas por la NASA, hizo a los más desconfiados dudar de las intenciones de Estados Unidos, y se extendieron algunas teorías de la conspiración que propagaron el infundio de que todo había sido grabado en un estudio de cine.

Detalles como que la bandera ondea o que las sombras de las fotos no son paralelas dieron pábulo a numerosos libros fantasiosos, series de televisión y películas, que no han disminuido en nada en este país la fascinación por aquella gesta y la adoración a sus héroes.