Daba la impresión de que la tragedia y los malos tragos de la familia Canino Rivero en el ámbito judicial eran algo del pasado, después de que el asesino de Isabel Canino en 2009 fuera condenado a 19 años de prisión. Pero no. Aún queda por resolver el caso de malos tratos continuados que presuntamente Salvador Morales Méndez provocó durante los últimos años o meses a la víctima para evitar que iniciara una nueva relación y lo abandonara.

Y ayer se inició el juicio por dicho delito. La fiscal delegada de Violencia de Género, Francisca Sánchez, y el abogado de la acusación particular (la familia de Isabel), José Manuel Niederleytner, solicitan tres años de prisión para Salvador.

Eladia Canino, la hermana de la víctima, habló ayer con firmeza y sin titubeos ante las preguntas formuladas por la representante del Ministerio Fiscal, su abogado y el letrado defensor.

Eladia afirmó que Salvador e Isabel mantuvieron una relación durante 17 años; hasta meses antes de que fuera asesinada. Y convivieron varios meses en la casa que la mujer tenía en El Sobradillo. La hermana de la fallecida explicó que la conductora de Titsa intentó varias veces romper el vínculo sentimental con Salvador, pero no podía.

Eladia señaló que se enteró de una de las discusiones más brutales por una vecina de Isabel que la acogió después de un violento ataque del individuo. El motivo fue que Salvador quiso que la víctima le diera la clave de acceso al "correo electrónico", pero no lo consiguió. La reacción del condenado por asesinato fue colocarle una bolsa en la cabeza para intentar asfixiarla, según Eladia, que recogió a su hermana por el camino, cuando aún conservaba "las marcas de los dedos" del acusado "en el cuello, hinchada de llorar y atacada". Eladia contó que fue a la vivienda, le exigió a Salvador que saliera y le conminó a que no volviera a suceder agresión alguna. Pero, según la testigo, la respuesta del procesado fue "que (Isabel) está loca". La hermana animó a la afectada a que denunciara, pero Isabel siempre respondía "que le daba pena y que Salvador tomaba pastillas"; lo que dio pie a que Eladia pensara que la tenía "sometida psicológicamente".

La fiscal preguntó si esa indecisión se debía a que, gracias al acusado, la fallecida logró el puesto de conductora en Titsa (Salvador pertenecía a un relevante sindicato de dicha empresa). Pero Canino Rivero respondió que, desde su punto de vista, la causa era que Isabel "no tuvo antes una relación" y "él la metió en Titsa para poderla controlar". Aclaró que Salvador efectuó las acciones necesarias para que Isabel estuviera en su mismo turno, horario y servicio, con el fin de evitar que pudiera relacionarse con otros hombres. Según Eladia, el procesado sólo permitía a Isabel que hablara con hombres a los que él controlaba (como miembros de su sindicato). En varias ocasiones, según Eladia, Salvador le quitó las llaves de su coche y la dejó tirada en cualquier lugar y hora, por lo que la hermana la tenía que ir a recoger. Otro de los episodios recordados por Eladia fue en el acuartelamiento militar de Sevilla al que Isabel fue como reservista. Desde dicho cuartel llamaron a la familia de Isabel porque "un hombre" estaba en el exterior dando gritos y pidiendo que saliera. Y así fue hasta que, según Eladia, consiguió que la fallecida regresara con él a Tenerife. Varias veces, Isabel cogió bajas por depresión debido a estas situaciones, según Eladia.