Celoso y controlador. De esa manera definía Isabel Canino a Salvador Morales Méndez cuando acudía a las sesiones de ayuda psicológica para intentar dejar la relación con el exsindicalista y exconductor de guaguas de Titsa. Ayer, tanto una vecina de Isabel como una perito psicóloga coincidieron en que sí hubo maltrato físico y psicológico del procesado hacia la mujer que fue asesinada en 2009 en la casa que Salvador posee en el Camino de la Hornera.

La vecina explicó que, una o dos semanas antes de la muerte, la también conductora de Titsa bajó a su casa muy nerviosa porque Salvador "estaba peleando en su piso, tirando cosas, rompiendo losa y ella decía déjame, déjame". Tras bajar a la calle, la víctima le tocó a dicha vecina y cuando esta le abrió, Isabel entró "como una loca". Cuando la testigo le preguntó que por qué no lo dejaba, Canino respondió que "le tengo pánico". Salvador bajó también a su vivienda, porque quería que Isabel subiera a su piso para hablar. Después hablaron en la calle y volvieron al piso de Isabel. Pero antes, la fallecida le dijo a su vecina que, si no regresaba en una hora, que llamara a su hermana Eladia.

Esa fue la peor pelea que dicha ciudadana conoció e Isabel le enseñó entonces unas marcas que tenía en el cuello, a la vez que le explicó que la había cogido por esa parte del cuerpo.

La perito psicóloga señaló que el 4 de septiembre del 2008, Isabel acudió a la oficina para pedir ayuda, ya que no sabía cómo dejar la relación con Salvador y que la dejara en paz.

Los celos y el control los expresaba con llamadas constantes a la víctima. E Isabel contó a su psicóloga que se sentía agobiada, según dijo ayer la perito.

Acudió a cuatro sesiones de ayuda, pero, según dicha profesional, no tenía fuerza suficiente para dejar la relación.

El intento de controlar la vida de la víctima también se demostró con otras acciones, como su malestar si se relacionaba con ciertas amigas; la revisión del móvil, la red social Facebook o los correos electrónicos, así como en el hecho de ir a buscarla a su casa e, incluso, de entrar en la vivienda, según manifestó en el juicio la psicóloga.

Dicha profesional aseguró que el gabinete de apoyo psicológico detectó que Isabel tenía baja autoestima, por lo que se intentó que reforzara las relaciones familiares y sociales, o bien que hiciera deporte, con el fin de que saliera con amigas y se sintiera mejor. Pero, siempre, tras la insistencia de Salvador, Isabel Canino le daba oportunidad de que se acercara a ella, según trascendió en el juicio. Supuestamente, se sentía culpable tanto si dejaba a su maltratador como cuando no seguía los consejos que se le daban desde el gabinete psicológico. Y recordó que "él siempre le prometió que iba a dejar a su mujer".

Salvador: "No soy un monstruo"

En el último turno de palabra que se le concede a los acusados cuando finaliza un juicio, Salvador Morales Méndez aseguró ante la juez del Juzgado de lo Penal número 5 de Santa Cruz que "no soy un monstruo". Además, volvió a pedir perdón a la familia de Isabel Canino, aunque no especificó el por qué. Y aseguró que con los 19 años de cárcel de condena por asesinato ya tiene suficiente pena de prisión.