Medias de colores, flores en el pelo, zapatos gigantes, ropa de colores vivos, tutús, batas de médico customizadas, narices rojas y mucho colorete: todo vale para hacer sonreír a niños hospitalizados, según Michael Christensen, el primer clown del mundo que se dedicó a hacer de payaso de hospital. Christensen explicó que los payasos de hospital se pasean por los pasillos de centros médicos de todo el mundo haciendo de doctores, pero sus medicinas no se beben, ni se inyectan, sino que se sienten: ellos hacen reír.

Esta profesión nació en 1986, cuando Michael Christensen fue contratado por el Morgan Stanley New York Presbyterian Hospital para hacer una actuación puntual, pero poco a poco la idea fue creciendo hasta ahora, que, por ejemplo, en Brasil hay 350 organizaciones de payasos de hospital.

Ahora, Christensen se dedica a la formación, como el taller que impartió en Barcelona, donde, de la mano de la organización Pallapupas, recordó con cariño los años que se dedicó a "recetar sonrisas".

El primer payaso de hospital del mundo explicó que lo que hace feliz a un niño "es tener la sensación de que puede ayudar al payaso, porque cambia su rol y sale de la enfermedad por un rato". "No debemos sentir pena por nuestro público, sino darle herramientas para que se sienta mejor", recomendó Christensen, que enseñó en Barcelona a una veintena de payasos a arrancar las sonrisas de pacientes infantiles.

El neoyorquino recordó el caso de Carmelo, un niño con el que tuvo mucha relación y que acabó ayudándole en sus espectáculos por las habitaciones: "Iba con su pequeña bata y nos acompañaba a hacer nuestras rondas".

El clown destacó la importancia de la improvisación y de hacer partícipe a toda la familia de la actuación. "Una vez fuimos a una habitación en la que había una mujer árabe con su bebé en brazos y no hablamos árabe, pero síbebé y conseguimos que el recién nacido riera y su madre también, al ver a su hijo alegre".

Los payasos de hospital trabajan por parejas, para tener más juego en la improvisación y tener un apoyo en los momentos de dureza; también hacen reuniones en las que compartir sus sensaciones buenas y malas. "Es sano hablar y compartir con tus compañeros los malos sentimientos, como la tristeza o la frustración", subrayó Christensen.

La improvisación es la mejor baza de estos payasos, aunque antes de sus actuaciones siempre son informados del nombre, edad y de la enfermedad del niño o niña, y algo de su situación personal.