Huele a Navidad en el obrador de Yemas de Santa Teresa, un aroma procedente del intenso ritmo de trabajo en las naves que la empresa tiene en Ávila y que, en esta época del año, aumenta con la elaboración de dos de sus productos estrella.

Se trata del huevo hilado y el membrillo, protagonistas de campañas extraordinarias que aumentan la plantilla para atender la demanda.

La Navidad se anticipa en el obrador durante los primeros días de octubre con la campaña de membrillo, que se desarrolla durante seis meses y se afianza en noviembre con la de huevo hilado, que se extiende durante un mes y medio.

Ambas suponen la contratación de cerca de sesenta personas, en su mayoría mujeres, según ha explicado hoy a Carmen Osete, responsable publicitaria y de promoción de Yemas de Santa Teresa, empresa que cerrará el ejercicio de 2014, según las previsiones, con un incremento de ventas del cinco por ciento.

La campaña de huevo hilado concentra la mayoría de los empleos para producir dos mil kilos diarios destinados al mercado nacional, al ser un producto "altamente delicado, cien por cien natural, sin conservantes ni aditivos".

Se trata de un producto sin gluten, que cuenta con el distintivo Khoser, adaptado al consumo de personas de religión judía, un sello que la firma ha logrado también para el membrillo y las empanadillas de yema.

Igualmente, han obtenido el sello para las famosas yemas, marca de la empresa, que además ha sido reconocida como colaboradora del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa (1515-2015), por lo que la firma ha creado una edición especial de este producto que incluye el logotipo conmemorativo (STJ500).

El cuidado y el mimo marcan la elaboración de los dos productos estrella en Navidad de la firma, que da un toque artesanal a la fabricación de estos alimentos, al igual que a las variedades de turrón que también prepara en esta época del año.

En el caso del huevo hilado, solo se emplean huevos procedentes de gallinas seleccionadas que reciben una alimentación "totalmente natural", una particularidad que otorga a este producto un característico color anaranjado.

En torno al 75 por ciento de las ventas se registra en esta época del año, en la que las yemas de huevo llegan, a diario, procedentes de granjas situadas principalmente en Castilla y León, para que los artesanos las tamicen y las introduzcan en un almíbar a 120 grados centígrados de temperatura.

El líquido resultante va cayendo, a través de unos embudos, en forma de hilos, lo que da nombre al producto.

Más extensa es la campaña del membrillo, que se desarrolla durante seis meses y para la que se emplea a una veintena de personas que elaboran un producto que incluso llega hasta Japón y Estados Unidos.

Exquisito regalo a las mujeres romanas embarazadas, como símbolo de fertilidad, y elemento imprescindible en los bodegones, la importancia que ha alcanzado en el mercado hace que la firma prepare medio millón de kilos de dulce de membrillo al año.

Tras descorazonar la fruta cocida, a la carne de membrillo se le añade un 39 por ciento de azúcar y se va mezclando hasta convertirse en una pasta que adquiere, en una hora, su característico tono ambarino.

El membrillo, sin embargo, ya no solo se vende como dulce en sí, sino también en otros productos, como pastas o tartas, aunque su empleo tiene infinitas posibilidades, como las que han desarrollado para la firma maestros de cocina como Elena Arzak o Martín Berasategui.