Han pasado la friolera de 44 años después de que Emérita Ángel Torres (1939, Santa Cruz de Tenerife) fuera noticia, y lo fuera por un acontecimiento al margen de feliz, asombroso. Dio a luz a cuatrillizos y a todos los aguareció, lo que se convirtió en el primer parto de cuatrillizos en Canarias. Se trata de Belén, Domingo, María Mercedes y Alicia, "la más pequeña", recuerda entre risas. El 28 de diciembre de 1970 se tuvo que enfrentar a dos retos, prepararse para la crianza de los cuatrillizos y esperar a que su marido Vicente (ya fallecido) fuera asistido tras desmayarse y perder el conocimiento tras conocer que la "mochila" iba cargada con cuatro criaturas. Casi nada, y todo esto, con tres hijos más, María Encarnación (9 años), Vicente (8) y José Antonio (50).

Lo cierto es que el nacimiento de los cuatro fue un acontecimiento para la Isla, tanto que fueron apadrinados por el gobernador civil de entonces (Gabriel Elorriaga), el capitán general de Canarias (José Angosto y Goméz-Castrillón), el alcalde de Santa Cruz (Javier de Loño) y el presidente del Cabildo (José Miguel Galván Bello) en la iglesia de San Gerardo (Barrio de la Salud bajo); pero la única realidad es que el mundo se le vino encima a Emérita, porque era de familia humilde y no tenía cómo mantener a siete hijos.

"Vivíamos de alquiler en un cuarto que estaba al lado de una cuadra en Lomo Las Casillas, en Los Campitos y la verdad es que no teníamos nada de nada", recuerda Emérita acompañada con la mayor de sus hijas, María Encarnación, que añadió que "por circunstancias que no vienen al caso y que no merece la pena recordar, mi madre tuvo que criarnos a todos completamente sola".

Fue entonces cuando la sociedad tinerfeña recompensó de alguna manera a la mujer y a sus hijos al adjudicarle una casa en el populoso barrio de La Salud que quisieron cobrársela, "aunque también abrieron una cuenta para ayudarnos. Pero de esto nunca más se supo, supongo que el dinero de las donaciones para ayudar a criar a los niños se utilizó para pagar la casa que me adjudicaron. Fue una gran alegría dar un techo a mis hijos porque la verdad es que no tenía donde vivir".

"Fue un buen momento, porque encima me consiguieron un puesto de trabajo de ayudante en las cocinas del Febles Campos y con eso pude mantener a los niños", valorando el esfuerzo de María Encarnación, que dejó de estudiar a los 9 años de edad "para ayudar a mi madre. Lavaba más de 50 pañales al día para los niños", recordó con la pena de no haber estudiado, pero con la alegría de haber sacado junto a su madre a los chicos.

Cuarenta y cuatro años después Emérita coge el coche todos los días y se va al camino de Las Mantecas a caminar un rato. Está media sorda, pero sus ojos delatan unas ganas de vivir inmensas y un deseo profundo: "Que todos mis hijos trabajen para que puedan asegurar su futuro. No quiero otra cosa". Palabra de madre.

Hoy en día María Belén vive en la isla de Lanzarote, es comercial, y es madre de una niña de un año; Domingo vive en Santa Cruz de Tenerife está desempleado desde hace cinco años ya y tiene un niño de seis años ("a ver si tiene un poco de suerte. Hace 40 años me dijeron que a los míos no les faltaría nada. Pues a Domingo sí y espero que alguien le pueda conseguir un trabajo"); Mercedes vive también en la capital tinerfeña, trabaja en servicios y tiene un chico de 22 años; y Alicia vive en la Comunidad Valenciana, es profesora de guardería y estudiante de Pedagogía.

Todos ellos tienen dos cosas en común (y alguna más dice María Encarnación entre risas): Una madre que los quiere con locura y un nexo entre hermanos que nunca, nunca, desaparecerá.