El maltrato que infligimos a los animales tiene una parte de antropocentrismo y otra de injusticia, según exponen los filósofos Francisco Lara y Olga Campos en su libro "Sufren, luego importan, reflexiones éticas sobre los animales", donde demuestran que ellos, al igual que nosotros, también sufren.

Lara, doctor en Filosofía por la Universidad de Granada y profesor titular en el Departamento de Filosofía Moral, y Campos, investigadora en el área de Filosofía Moral del Departamento de Filosofía en la misma universidad, exponen en esta obra un compendio de razones éticas por las que el ser humano debería plantearse el trato que dispensa a los animales, razones filosóficas que resultan lecciones prácticas de humildad hacia esos otros seres que comparten con nosotros el planeta, y así evitar caer en el antropocentrismo, idea por la que el hombre se considera superior a todas las especies.

Para estos investigadores, en muchos animales se encuentra una similitud fisiológica con los rasgos considerados relevantes para sentir dolor muy parecidos a los de los seres humanos.

"De hecho, el desarrollo de muchas especies y el nuestro propio fueron paralelos hasta el punto de que nuestra historia evolutiva divergió cuando estuvieron formados los rasgos centrales de nuestro sistema nervioso", argumenta Campos.

"Además, se ha constatado -añade- que los demás vertebrados poseen los mismos centros responsables del placer y del dolor que los humanos. Y encontramos también muchas similitudes con respecto a los mecanismos biológicos inhibidores del dolor, como la segregación de serotonina y endorfinas".