El paso del tiempo borra testigos y cada vez son menos los que vivieron y pueden contar épocas como el exilio español tras la Guerra Civil, recordado hoy por Carmen Romero, quien a sus 95 años evoca con exactitud cada una de las "peripecias" de su huida hasta México.

Hija de militar que luchó con el ejército republicano, a sus 15 años vivió el estallido de la guerra (1936) y tras su fin en 1939 se dirigió con su familia a Francia en busca de un barco que los llevara lejos de la sangre.

Consciente de que es de las pocas personas todavía vivas que pueden hablar sobre lo duro de aquella época en la que miles de españoles tuvieron que dejar su país, Romero cuenta a Efe su historia con el fin de que el recuerdo de aquellos tiempos complicados evite que vengan otros similares.

"El exilio español ya se está extinguiendo, por eso es bueno que lo comenten para que no se pierda la historia y para que esto no se vuelva a repetir", dice.

Su historia y sus recuerdos forman parte del centenar de testimonios ofrecidos por descendientes de españoles exiliados en México o por quienes aún quedan vivos y recopilados en el "Mapa colaborativo del Exilio español en México".

Este es un mapa interactivo en línea que permite visualizar la memoria de los exiliados de forma geolocalizada y que muestra las rutas de los barcos que los trajeron, los cafés que frecuentaban o los colegios a los que llevaban a sus hijos.

"Me parece muy bien (esta iniciativa) para que no se pierdan estas historias porque ya exiliados somos cada vez menos, sobre todo gente que pueda hablar del problema en primera persona. Todos hablan de sus padres y de sus abuelos", pero nada como las vivencias contadas en primera persona, explica la nonagenaria.

Ella habla en el mapa de la calle López, donde vivían muchos españoles que iban al café Villarías, un lugar de tertulias que con el tiempo se convirtió también en centro de acopio desde donde se enviaban a Europa paquetes de comida, de ropa y medicamentos.

Entre el bullicio y la vida del Centro Histórico de la capital de este país, que acogió a unos 25.000 refugiados por deseo del entonces presidente Lázaro Cárdenas, "nos sentíamos liberados".

Carmen llegó con 21 años, tras seis de un exilio que arrancó en la entonces ciudad francesa de Orán, en el norte de África, e iba a continuar en París cuando llegó la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y "ya estaban entrando los alemanes en París".

"Entonces nos fuimos hasta Nantes, donde "nos iba a recoger un barco", pero acabó hundido por los alemanes.

Malvivieron entonces dos años en Burdeos "sin recursos ni casa donde vivir" y a su padre lo agarró la Gestapo y lo llevaron durante un tiempo al Campo de Gurs, señala Romero al recordar algunos de las muchas vivencias de aquella época.

Fue gracias a Gilberto Bosques, el diplomático mexicano que consiguió salvar a cientos de personas pertenecientes a la comunidad judía, que logró obtener sus papeles y agarrar un barco en mayo de 1942 que la llevó hasta la ciudad mexicana de Veracruz.

Al llegar a este lugar del Golfo de México, "todo se iluminó", "se llenó de luz, de calor, de frutas exóticas y de la alegría de la gente tan amable que nos recibió".

Sin embargo, de las cosas que más se quedaron grabadas en su mente de aquel éxodo fue la imagen de su España a lo lejos.

"Cuando salíamos de Francia en un barco correo que salió de Marsella huyendo de las garras de la Gestapo y de los gendarmes franceses pasamos por delante de las costas españolas y para mí fue muy emocionante volver a ver a España desde lejos, la España que perdía y ya no volvería a ella", dijo.

Volvió, y antes de que muriera Francisco Franco (1975), aunque no fue una experiencia del todo agradable. Era 1963 y "estaba muy molesta y muy intranquila con todo", con el miedo de quien se siente perseguida todo el tiempo.

Después, tras la muerte del dictador, volvió casi cada año con su marido, también republicano, hasta su fallecimiento hace ya una década y media, cuando decidió que se quedaría para siempre en la tierra que la acogió.