Los cedros centenarios de Marruecos, patrimonio universal y que suponen una de las mayores concentraciones de este árbol en el mundo, también son víctimas del del calentamiento global, que los hace emigrar hacia las cumbres de las montañas.

Los cedros del Atlas son árboles longevos que pueden vivir varios siglos, y se extienden sobre una superficie de 134.000 hectáreas; los ejemplares más robustos pueden superar los 30 metros de altura y los dos metros de diámetro.

Se consideran también como una especie endémica con características genéticas diferentes y una superficie mucho mayor de la del conocido cedro de Líbano, aunque el cedro libanés sea más conocido por formar parte de su bandera nacional.

En los alrededores de Azrú en el Medio Atlas, donde se concentra el 80 % de los cedros del país, las autoridades marroquíes iniciaron esta semana una campaña de reforestación de 30.000 hectáreas de cedros que se prolongará durante la próxima década.

Los agentes forestales se desplazaban de una mancha de cedros a otra; en unas plantan los brotes de nuevos árboles, en otra diagnostican los que padecen alguna enfermedad y marcan los que se pueden cortar.

El Alto Comisario de Aguas, Bosques y Lucha contra la Desertificación (oficial), Abdeladim Lhafi, insistió desde los bosques de Azrú en la necesidad de multiplicar las acciones para enfrentar los retos crecientes que afronta el cedro.

"El aumento de la temperatura en 2 grados afecta el ecosistema de los cedros que tendrán que subir 500 metros más arriba en sus zonas naturales, y emigrarán además unos 200 kilómetros desde las zonas sureñas hacia el norte" lamentó Lhafi.

El responsable marroquí enumeró otros fenómenos generados del calentamiento global como la sequía y las inundaciones que afectan por su parte también el ecosistema de los cedros.

Lhafi pidió que la cumbre medioambiental de París (COP21) encuentre soluciones para ayudar a los países que no son emisores históricos de gases de efecto invernadero, entre ellos Marruecos, para limitar los efectos del calentamiento global mediante el Fondo Verde (que puede movilizar una financiación de 100.000 millones de dólares en el horizonte de 2020).

Los cedros, cuya madera se cuenta entre las más nobles, son apreciados por su adaptabilidad a condiciones difíciles y por su calidad de protector del suelo, el agua y la diversidad biológica.

Además, forman un ecosistema ideal para otra especie única, como es el macaco de berbería, a los que puede verse saltando de rama en rama en estos bosques de árboles majestuosos, y que son desde hace años reclamo turístico para los lugareños que acampan entre las espesas sombras de los cedrales y se dedican a alimentar con cacahuetes a los monos.

Y más allá de su aporte turístico, los cedros de Marruecos son un medio de subsistencia para la población local amazigh (bereber) y un importante contribuyente económico y fuente principal de madera de obra con un alto valor que puede alcanzar 17.000 dirhams (unos 1.500 euros) el metro cúbico.

Pero no solo el cambio climático amenaza al cedro, también otras acciones del hombre se ciernen sobre este árbol milenario, y concretamente la tala ilegal, la recogida masiva de leña para cocina y calefacción o el pastoreo intensivo.

El presidente de la Asociación Bosque Modelo en Azru, Mohamed Qarru, deploró que las necesidades humanas superan actualmente las posibilidades que ofrece el bosque de cedros, lo que está afectando el capital natural de este árbol.

Para limitar el daño humano, Qarru subrayó la organización de campañas que fomentan la relación del hombre amazigh con el bosque en su cultura y reforzar así la conciencia colectiva con la protección de este patrimonio.

Estas iniciativas se han visto acompañadas por otras acciones del Alto Comisariado de Aguas y Bosques como la distribución a los pastores de una ayuda en metálico para la adquisición de pasto o la distribución de 60.000 hornos de uso múltiple con el objetivo de ahorrar unos 15.000 toneladas de leña al año.

Las autoridades han endurecido también las penas y multas contra las talas ilegales de los cedros, unas penas que han conseguido bajar a la mitad la frecuencia de estos delitos.

"Pero por mucho que se multipliquen las sanciones, el daño está hecho, porque si talas un árbol de unos 200 años hay que esperar otros tantos para que crezca otro", lamentó Burcha Besabegh, un actor asociativo de la zona.