Rafael Santandreu (Barcelona, 1969) es un prestigioso psicólogo y un escritor de éxito. Ha vendido más de 500.000 ejemplares de sus libros de psicología cognitiva y autoayuda "El arte de no amargarse la vida" (2011) y "Las gafas de la felicidad" (2014), publicados en más de 20 países. Santandreu afirma que tras estudiar el trabajo del psicólogo Albert Ellis empezó a comprender "el impacto que el pensamiento propio puede ejercer en la mente de las personas". Sostiene que simplemente pensando de una forma más racional cualquiera puede convertirse en una persona más fuerte y más feliz, y sus palabras llaman a la reflexión: "Enfadarse es incompatible con ser feliz". Hoy, a las 20:00 horas, Santandreu imparte una conferencia en Infecar, en Gran Canaria, a beneficio de la Asociación Síndrome de Down de Las Palmas.

¿Se puede ser feliz solo pensando de forma racional?

Sí, totalmente. La piedra angular de la psicología cognitiva es que las emociones nos las producimos con nuestros pensamientos, siempre. Deprimirse es muy difícil. Te tienes que esforzar mucho, con mucho ahínco, para conseguir deprimirte. No te das cuenta, pero lo logras con tu diálogo interno, con lo que te dices. Y como somos nosotros los que podemos ponernos mal, también podemos ponernos bien con lo que pensamos, con lo que nos decimos continuamente. Ahí está la clave.

¿Y se puede alcanzar la felicidad en cualquier circunstancia?

Solo hay dos circunstancias que te pueden impedir ser feliz: que te falte comida o que te falte agua para sobrevivir. En el resto de circunstancias se puede ser completamente feliz, si tienes la correcta mentalización. Y eso se puede demostrar. Hay millones de demostraciones: los millones de personas con adversidades sorprendentemente fuertes que son sorprendentemente felices. Por ejemplo el científico Stephen Hawking, que pese a su situación es un tipo muy feliz.

¿Tenemos tendencia a dramatizar, a convertir pequeños inconvenientes en grandes problemas, a lo que usted llama terribilizar?

Vivimos en el momento histórico en el que la sociedad más terribiliza, más se queja y, por ende, más infeliz es. Por las mañanas voy al gimnasio y me encuentro con Antonio, un señor de 70 años que nació en El Raval. Y él está de acuerdo conmigo en que España vive su momento histórico más próspero. De todo el tiempo que él ha vivido, España está en su mejor momento, pero no paramos de quejarnos. Es absurdo. Me comentaba que cuando él era niño la preocupación era comer de forma equilibrada todos los días. Y no era posible. Ahora sí, pero nos quejamos mucho más.

En esta sociedad de la queja, ¿es posible vivir sin enfadarse?

Sí, y además te digo que si quieres ser una persona fuerte a nivel emocional, tienes que erradicar el enfado. No te puedes permitir enfadarte nunca, o muy poco. Tienes que combatirlo con mucha energía porque enfadarse es incompatible con ser feliz. El antídoto contra el cabreo es la renuncia. La renuncia mental. Hay que tener mucha capacidad para renunciar, por ejemplo, a la comodidad, que no es una cosa tan importante; renunciar a tener la razón; renunciar a la justicia en todo momento...

Ellis, que ha inspirado su trayectoria, decía que la ira era el origen de muchos males personales y sociales. ¿Comparte esa idea?

Sí, sí. No por casualidad, y esto mucha gente no lo sabe, el deprimido se cabrea un montón. Pero también se cabrea consigo mismo y por eso se deprime. Ellis también decía que todos los problemas emocionales se resumen en quejas, quejas y más quejas.

¿Qué papel juega el sistema educativo en la generación de personas infelices?

Un papel muy grande. El sistema educativo está basado en la fuerza de la obligación y el miedo, no en la fuerza del disfrute. Y ahí es donde el ser humano empieza a neurotizarse. La fuerza de la obligación es, por lo menos, cinco veces menor que la fuerza del disfrute. Se pueden lograr cosas con la obligación, pero si te basas en la fuerza del disfrute multiplicas por cinco tu éxito. La escuela está basada en la obligación y el miedo. ¿Cómo se podría basar en la fuerza del disfrute? Pues lo ideal sería que asistir a clase y aprender fuera opcional. Y que no hubiese exámenes. La escuela racional sería una escuela con aulas y patios abiertos, donde el chaval debería escoger entre ir a clase o jugar. Ahora, te digo una cosa, el profesor que tuviera su aula vacía no duraría mucho. El problema sería lograr que el profesor hiciera su clase más atractiva que el patio. Y eso se puede hacer. Hay muchísimas experiencias de éxito. Como las escuelas Summerhill o las Montessori.

¿Podría dar a los lectores unas mínimas pautas para ser feliz?

Primero, no exigirte nada a ti mismo, sólo sugerirte. Tener una mente basada en preferencias no en exigencias. Segundo, no exigir nada a los demás. Eso significa que no debes esperar que todo el mundo te trate bien todo el tiempo, porque eso es imposible y tampoco lo necesitas. Tercero, darte cuenta de que las cosas ya van demasiado bien. Igual nos convendría que las cosas fueran un poco peor. Ya tenemos demasiadas cosas, ¿para qué queremos más eficacia? ¿cuándo diremos basta? ¿para qué queremos que todo vaya mejor? ¿para tener más zapatos? ¿y el planeta hasta cuándo soportará esto? Las cosas ya van demasiado bien. Cuando pierdas un tren, debes decirte: si las cosas ya van demasiado bien, qué más da. Esas son algunas pautas, pero hay más...

¿Por ejemplo?

En las relaciones, que es algo que trato mucho porque el 50% de los matrimonios o parejas actuales no duran más de diez años, uno de los grandes problemas es que la gente cree que amar es necesitar. Yo creo que el verdadero amor es aquel que te permitiría decir a tu pareja: te quiero mucho, pero no te necesito nada. Y yo quiero que tú pienses igual. Que si yo mañana me muero, o me voy, tú sigas exactamente igual de feliz, o más, porque no dependes de mí. No estás conmigo porque eres dependiente, sino porque lo deseas. Cuando tú necesitas a una pareja tienes dos problemas muy serios: si la pierdes, te consideras un desgraciado de la peor especie, y crees, erróneamente, que tu pareja te debe hacer feliz totalmente. Pretendes que tu pareja sea una panacea que te dé la felicidad, y no lo es, y entonces empiezas a exigirle absurdamente durante toda la vida que haga una cosa que no va a hacer nunca. Esa es la principal tensión en las relaciones. La gente no es feliz de forma individual y vuelca todo sobre su pareja. "No soy feliz porque no me ayudas en casa", "no soy feliz porque no me haces caso"... Hay que estar mal de la cabeza para condicionar tu felicidad a que otra persona te haga caso. Es increíble. Pones la radio y cualquier canción habla del amor, pero, cuidado, cantan al amor neurótico. "Sin ti no soy nada", "sin ti muero"... cuando escucho eso pienso: tío, pero ¿qué pasa?, ¿se estará desangrando? ¿qué tiene qué ver eso con el amor? Es algo infantil. Nos lo meten en la cabeza desde niños y creces pensando que el amor es dependencia y necesidad.

Flaco favor psicológico hacen entonces las canciones de amor...

Sí, pero no sólo las canciones. No te digo nada de las películas románticas. Pero en el fondo son mensajes sociales fruto de muchas de creencias irracionales de las que deberíamos despojarnos para ser personas emocionalmente maduras. Otra creencia irracional muy extendida es que la salud es más importante de lo que es...

¿La salud no es lo principal?

Eso es absurdo y muy gracioso. ¿Cómo te puedes apegar tanto a algo que seguro vas a perder? Desde muy jóvenes todos perdemos salud. Llevas gafas, se te cae el pelo, te duele la espalda... como mínimo. Luego sigue aumentando la cosa. Vas perdiendo salud y eso no debe impedirte ser feliz. Te adaptas y punto. La gente tiene muchos problemas respecto a envejecer o perder salud porque se transmite socialmente que o tienes una salud intacta o eres un desgraciado. Es absurdo, porque de hecho enfermos estamos todos. Otro asunto irracional es cómo entendemos la muerte. Suelo decir que la muerte es buena, necesaria y hasta bonita.

¿Por qué?

Pues porque todos los hechos naturales son hermosos si los ves desde un punto de vista científico. Un volcán, el sol o un nacimiento son hermosos. Una muerte también. Es un hecho natural. Hay que congraciarse con la muerte. Que se mueran tus padres es bueno, lo fatal sería que siguieran viviendo eternamente porque entonces serían unos zombies o algo así. Que me muera yo ahora mismo, que tengo 46 años, estaría muy bien. Será cuando toque y punto. Una vez cerrado, cerrado está. Ahí os quedáis, coño.