Las casi 3.900 boyas marinas de la red Argo, que cumple 15 años, permiten obtener en tiempo real datos de temperatura y salinidad de los primeros 2.000 metros del océano, claves para entender la circulación oceánica y el clima del planeta.

Comprender el ciclo hidrológico y la distribución de calor por parte del océano son mecanismos "esenciales para hacer predicciones de tiempo atmosférico con mayor antelación", explica Pedro Vélez, investigador del Centro Oceanográfico de Canarias (Instituto Español de Oceanografía, IEO) y coordinador de Argo en España.

Con motivo del quince aniversario de Argo, la revista Nature Climate Change ha publicado un trabajo con las aportaciones de la red, del que es coautor Vélez.

A finales de los 90, un pequeño grupo de oceanógrafos tuvo la idea de aplicar la tecnología existente para desarrollar una red de boyas capaz de suministrar en tiempo real datos de temperatura y salinidad con una cobertura global. El IEO es el encargado de la gestión de los datos en España.

Dichas boyas, unos instrumentos de dos metros de alto que están a la deriva, son capaces de modificar su flotabilidad de modo que suben y bajan entre la superficie y los 2.000 metros de profundidad de forma periódica.

El ciclo de las boyas comienza a mil metros de profundidad y aquí pasan nueve días para después descender hasta los 2.000 metros.

Después, en apenas seis horas, alcanzan la superficie desde donde envían vía satélite los datos del ciclo antes de sumergirse de nuevo a su posición de estacionamiento.

La información se envía a dos centros de EEUU y Francia, desde donde se distribuyen gratuitamente.

Históricamente, la adquisición de datos oceanográficos ha tenido un sesgo espacial hacia las zonas más accesibles para los países ricos, por lo que el hemisferio norte y las regiones costeras se han estudiado más que las del hemisferio sur y de mar abierto.

También ha habido siempre un sesgo temporal por las condiciones meteorológicas que dificultan o imposibilitan la navegación de los buques de investigación en ciertas épocas del año.

Los datos de la red, disponibles 24 horas tras su adquisición, son un "excelente recurso" para alimentar modelos de predicción meteorológica que consideran el efecto de la interacción de los océanos con la atmósfera.

La temperatura y la salinidad son las variables oceanográficas básicas que definen la densidad de las masas de agua y, por tanto, su circulación, que determina el transporte de calor en el océano que a su vez regula el clima del planeta.

La combinación de los datos de Argo con las anomalías de altura de la superficie del mar obtenidas por satélite alimenta modelos de circulación complejos que han mejorado las previsiones de fenómenos como monzones y huracanes.

España ha participado en la red desde su inicio y hoy tiene 20 boyas activas.

El IEO ha coordinado esta contribución española, junto al CSIC y las universidades de Las Palmas de Gran Canaria y de Málaga, entre otras.

El siguiente objetivo es extender las observaciones al océano profundo, es decir, por debajo de los 2.000 metros (la profundidad media es de 4.200 metros), y llegar a las zonas polares.