El pasado viernes, 19 de febrero, se cumplía el 25 aniversario de la muerte del que probablemente sea el criminal canario más inquietante de la historia de este país. De hecho, no es gratuito que Dámaso Rodríguez Martín, "El Brujo", disfrute del dudoso privilegio de formar parte del no breve listado de asesinos en serie con que cuenta España. Tres brutales muertes -en las que concurren las circunstancias requeridas- permiten catalogarlo de "serial". Y si, asimismo, hubiese que determinar un impulso o motivación primigenia que explicara su conducta criminal, casi con total seguridad esa sería la sexual.

Pero situémonos un mes antes de la muerte de Dámaso. Estamos en enero de 1991: la guerra del Golfo -a punto de concluir- centra a diario la atención mediática internacional. El socialista Felipe González comanda el Gobierno nacional. En Canarias, preside el Ejecutivo Lorenzo Olarte; el Parlamento, Victoriano Ríos, mientras ATI y Manuel Hermoso viven sus años dorados en el Ayuntamiento de Santa Cruz y es gobernador civil de la provincia Julio Pérez.

En lo deportivo, tenemos a un CD Tenerife que planta cara a los mejores clubes de la Primera División. En las carteleras se estrenan títulos como "Ghost", "Cinema Paradiso", "El cielo protector", "Ay, Carmela" o "La Sirenita".

A la vuelta de la esquina aguardan los carnavales, que este año contarán con la presencia de los irlandeses U2, que eligen la capital tinerfeña para grabar su videoclip "Even better than and real thing".

Este es, en simples y rápidos trazos, el escenario en el que irrumpe el personaje de Dámaso "El Brujo" para protagonizar durante 30 días una de las representaciones con más público de cuantas se han puesto en la escena criminal de este Archipiélago. Una trama que contó con innumerables personajes secundarios, un plató natural prácticamente salvaje -el monte de Las Mercedes- y un desenlace abierto, aún hoy -tras 25 años-, a la libre interpretación del espectador: suicidio o ajusticiamiento.

La versión oficial mantiene la primera de las opciones; sin embargo, es la segunda, cierta o no, la que ha alimentado la leyenda durante el transcurrir de estos años.

En realidad, la historia de Dámaso es la crónica de un feroz depredador sexual que traspasa ciertos y no menos ambiguos límites para convertirse en un asesino despiadado, cruel, que se muestra como un sociópata incapaz de sentir empatía por sus víctimas.

Como depredador sexual tiene perfectamente delimitado su coto de caza: el monte de Las Mercedes. Ahí, en un área de apenas 20 kilómetros cuadrados, caracterizada por la existencia de numerosos caseríos aislados, unas mil quinientas cuevas y una orografía particularmente difícil, es donde "El Brujo" acecha a sus presas. Un territorio inhóspito y casi incomunicado que él domina a su antojo.

Pero sin duda también es la historia de un lamentable error judicial que permite que Dámaso -condenado a 55 años por asesinato y violación- disfrute de un permiso carcelario tras poco más de nueve años de permanecer en prisión. Un polémico permiso concedido por el que fuera en ese momento juez de Vigilancia Penitenciaria, Manuel Sánchez, que contempla un comportamiento "correcto" del reo durante su estancia en la cárcel. Las consecuencias, y sobre todo la repercusión social que alcanza esta decisión judicial, pondrán luego en el punto de mira a Sánchez, que será sometido a una investigación por parte de la Comisión de Disciplina del Consejo General del Poder Judicial.

Es en este punto, precisamente, en el que se puede iniciar la narración de la rocambolesca fuga y muerte de "El Brujo".

17 de enero de 1991. Dámaso Rodríguez Martín, tras serle concedido un permiso carcelario de tres días, sale de Tenerife II, donde cumple condena por el asesinato de Baldomero Rodríguez Suárez, de 30 años, y la violación de María de los Ángeles Ledesma el 8 de noviembre de 1981. Ese día, la pareja, que acude a la zona de El Moquinal en busca de algo de intimidad, es sorprendida por Dámaso. A él le pega tres tiros mientras intenta pasar al asiento del conductor. A María de los Ángeles la saca literalmente a rastras del vehículo después de fracturar el cristal trasero y la viola brutalmente. Horas después, la abandona en la zona del Llano de los Viejos, en el mismo coche en el que permanece aún caliente el cadáver de su novio. María de los Ángeles, que en ese momento cuenta con tan solo veinte años, confesaría tiempo después sufrir depresiones y ser incapaz de dormir con la luz apagada.

Lo cierto es que Dámaso decide dejarla viva. Tal vez, al tratarse de su "primera vez", se sintiera sencillamente satisfecho. Y es que "El Brujo" pasa ese día -al menos oficialmente- de ser un simple voyer o un macabro mirón a convertirse en un criminal despiadado. Un paso de gigante.

Diez años después, Dámaso abandona la prisión en un permiso de tres días. Seguramente, ya ha decidido que esta vez no va a regresar a su celda. Y es que lo primero que hace al verse libre es rendirle una visita a su mujer, Mercedes, a la que viola y propina una monumental paliza.

El 20 de enero -día en que debía reintegrarse- se dicta orden de busca y captura, y se inicia oficialmente una persecución a la que se van sumando, a medida que transcurren las jornadas y va aumentando la alarma social, efectivos de seguridad, entre ellos grupos de montaña de la Guardia Civil de distintas comandancias de la Península y cuerpos especiales, hasta formar un equipo de 300 personas que peinan literalmente la zona donde se esconde Dámaso.

Tres días después, las fuerzas de seguridad hallan en el camino de El Solís el cadáver del súbdito alemán Karl Flick, de 82 años, que presenta varios tiros de escopeta en la cabeza que le han desfigurado el rostro. 24 horas más tarde la Guardia Civil descubre el cuerpo sin vida de Marta Küpper, de 87 años, también alemana. Ha sido violada y estrangulada. Todo apunta a que esta pareja de senderistas se tropezó con Dámaso en una de sus excursiones por los bellos montes de la cordillera de Anaga. La realidad resulta devastadora: Dámaso sobrepasa una línea que parece no tener retorno.

Por supuesto, los hallazgos de estas dos nuevas víctimas y su difusión en los medios de comunicación, junto al hecho de que se ignore por completo cuáles serán sus próximos movimientos, desata la histeria colectiva en el núcleo de Las Mercedes, en particular, y en Tenerife en general, que a partir de ese punto vivirá diariamente, cual novela radiada, los pasos que da la justicia para atrapar al que muchos ya llaman el "Rambo" canario.

Lo siguiente será una sucesión de hechos, rumores, miedos y expectativas, que ponen a la isla en el punto de mira nacional. Que si Dámaso ha sido visto con ropas de mujer; que si ha asaltado esta u otra cueva para aprovisionarse de víveres; que si, en una nueva agresión sexual, manda a una vecina al hospital; que si es posible que aproveche los carnavales para pasar desapercibido; que si lleva una radio que le permite estar al día de las noticias que se dan de él y disfrutar, de paso, de un protagonismo que jamás imaginó.

La prensa da cuenta de cualquier

avance, hallazgo o indicio. Las Mercedes suspende sus clases y sus habitantes se manifiestan dispuestos a colaborar en su búsqueda. Es una pesadilla que parece no tener fin. El miedo y el cansancio van haciendo mella en todos: vecinos, fuerzas de seguridad, prensa. Todos saben que es cuestión de tiempo, y el tiempo corre... Increíblemente, durante un mes consigue burlar cualquier cerco.

Y llegamos al 19 de febrero. La Guardia Civil es alertada por un vecino de El Solís, que afirma que la puerta de una casa de la zona ha sido forzada. Inmediatamente se pone en marcha un operativo de quince agentes que se traslada al lugar y cercan la vivienda. Los acontecimientos se precipitan. Hay un aviso. El sonido de disparos que provienen de la casa y que son respondidos por los miembros de la Benemérita. Silencio. Confusión. Temor. Espera... Más disparos.

Cuando las fuerzas de seguridad deciden entrar hallan a Dámaso en el suelo, agonizante, con la cara destrozada, los pies descalzos, la escopeta cerca... El parte que se emite describe un disparo en la cara, en la zona media, otro en la parte inferior de una pierna, y restos de perdigones por el cuerpo.

El gobernador civil, Julio Pérez, comparece ante los medios: "Con la información que tengo, llego a la conclusión de que Dámaso murió de un disparo de su propia arma, pero quien tiene que decidir si fue así o no es el juez". Inevitable parece en ese momento ser suspicaz. "Yo lo conozco desde hace muchos años y juraría que él es incapaz de pegarse un tiro", afirma un vecino que se aventura a apalabrar el rumor general.

Dámaso es enterrado, tras practicársele la autopsia, en el cementerio de Tegueste, en una ceremonia a la que acuden familiares y amigos. Actualmente, al parecer sus restos descansan en el cementerio de San Luis, en La Laguna.

Perfil de un asesino en serie

De acuerdo con los principios establecidos por el doctor Steven Egger (autor de la primera tesis sobre asesinos en serie), un asesinato serial se define por un mínimo de 3 a 5 víctimas, con un periodo de tiempo entre un crimen y el siguiente. El asesino no tiene relación con las víctimas. Los asesinatos reflejan el sadismo del criminal, que raramente obtiene una ganancia material, el motivo siempre es de orden psicológico. Asimismo, el asesino casi siempre escoge víctimas vulnerables.

El Dr. Antonio Bruno, en el año 1958, resume en cinco términos la sintomatología de este cuadro: desafecto (ya desde niño se observa el desapego), amoralidad (falta de noción de ética), impulsividad (se aprecia como disturbio final afectivo una gran irritabilidad), inadaptabilidad e incorregibilidad.