Crear una alianza terapéutica médico-paciente, dándoles voz por primera vez a los segundos, y tratamientos no invasivos son algunas de las propuestas de un grupo de expertos internacionales para hacer frente a la agitación en personas con trastorno bipolar y esquizofrenia.

Por primera vez, 24 especialistas independientes del ámbito de la psiquiatría han decidido dar el pistoletazo de salida para acordar una definición consolidada, justa y humana, de la agitación y hacer un llamamiento sobre la importancia de su detección precoz para mejorar la vida de los pacientes y sus cuidadores.

Para ello, han elaborado un documento de consenso titulado "Evaluación y manejo de la agitación en psiquiatría", presentado hoy en el XXIV Congreso Europeo de Psiquiatría, que tiene como objetivo luchar contra la estigmatización de los enfermos mentales.

El informe, coordinado por el doctor Eduard Vela, jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clinic de Barcelona y subdirector científico del Centro de Investigación Biomédica en Red Mental (Cibersam), reivindica la necesidad de un cambio de perspectiva entre los especialistas.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esquizofrenia afecta a más de 21 millones de personas en todo el mundo (400.000 españoles), mientras que el trastorno bipolar lo sufren más de 60 millones, un millón de ellos en España.

Ambas patologías están estrechamente relacionadas, puesto que comparten aspectos comunes y, en muchos casos, la frontera entre una enfermedad y otra es casi imperceptible.

Precisamente uno de los aspectos que comparten es la agitación, un síndrome amplio y multifactorial, sobre el que no existe un acuerdo unánime, y que sufren nueve de cada diez pacientes con esquizofrenia o trastorno polar.

Este cuadro psicopatológico se caracteriza normalmente por una actividad intensa, tal como moverse nerviosamente o gritar, sin una finalidad productiva, y suele ir acompañada de ansiedad e irritabilidad. En algunos casos, los pacientes pueden demostrar comportamientos agresivos o violentos.

"Se sabe que los pacientes con agitación sufren mucho y que detectar precozmente estos episodios ayuda en gran medida al tratamiento del enfermo y a que éste recupere el control de su vida", señala el informe.

Los expertos defienden por primera vez a través del documento de consenso que este síndrome tan frecuente en pacientes mentales debe ser anticipado y evitado, con el objetivo de que éstos no lleguen a estados de agitación graves y no necesiten el ingreso hospitalario o la aplicación de tratamientos invasivos.

Los episodios de agitación grave "no sólo suponen una carga para los pacientes, sino también un peso económico que dispara el uso de los recursos hospitalarios".

El informe constata que la agitación es un proceso que comienza en una curva de intensidad baja y que progresivamente va en aumento.

Si el paciente y/o su entorno identifican el comienzo, el psiquiatra podrá tomar medidas para evitar el desarrollo y aumento del grado de la misma, de tal forma que evitarán acudir a urgencias y tratamientos invasivos que puedan llegar a suponer un estigma para ellos.

Para la detección precoz, los expertos consideran "fundamental" la colaboración del paciente con el médico, que permita crear una alianza terapéutica entre ambos para identificar juntos las pautas de comportamiento que alertan de los cambios en su conducta.

El informe hace también un llamamiento para establecer nuevas bases en el tratamiento de la agitación.

Así, las terapias "idóneas" deben ser aquellas no invasivas, pero que "aun así actúen rápidamente calmando al paciente sin necesidad de una sedación excesiva".

Además, consideran "fundamental" dotar de voz a los pacientes y hacerles partícipes de su tratamiento.

"Es necesario acercarse al paciente y lograr que éste se acerque a su vez al especialista para juntos dar con el tratamiento ideal", señala el documento.