Melanie Rostock (Versalles, Francia, 1984), autora del libro "Bittersweet" (Agridulce), inspirado en su experiencia personal sobre el acoso escolar, cree que este empieza por los insultos durante la niñez y se transforma en el vacío social durante la adolescencia e incluso en la madurez.

En una entrevista con Efe, Melanie Rostock, afincada en Barcelona, ha explicado que el acoso escolar durante la primaria se centra en las burlas y los insultos "a la cara", y en casos extremos en la violencia física, pero durante el instituto ese acoso se convierte en el vacío social constante.

Rostock dice que durante la etapa de instituto "el acoso se convierte en una situación de rechazo y de vacío en la que los acosadores te demuestran continuamente que ellos están en un círculo al que tú nunca podrás entrar y te lo recuerdan todos los días para que te sientas rechazada y fuera de lugar".

La autora de "Bittersweet", publicada por la Plataforma Editorial, responsabiliza en gran medida del vacío social a las personas que observan cómo se está haciendo "bullying" (acoso escolar) a una compañera de clase y "no sólo se mantienen pasivos ante una situación de violencia psicológica, cuando no física, sino que actúan como pilar de apoyo y dan fuerza a los responsables".

Por ello, Rostock no duda en colocar a la "masa pasiva" al lado del acosador porque "supone un bulto de gente que parece que no es capaz de pensar por separado", aunque reconoce que en algunos casos estas personas "prefieren participar del acoso o permanecer indiferentes antes de convertirse en objetivo de ese abuso".

La escritora afirma que las redes sociales y el uso cada vez más temprano de internet han empeorado el acoso, porque -dice- éste ya no se acaba cuando la persona sale del centro escolar, como le ocurría a ella, sino que "persigue a la persona y es capaz de hacer que la tortura dure a todas horas durante de todos los días del año, vaya a clase a no".

Además, Rostock sostiene que internet proporciona a los acosadores "la distancia que necesitan y que les agrada para protegerse detrás de una pantalla" y explica que les hace sentir amparados "para cebarse aun más, creando así monstruos imparables e incansables".

En este sentido, en la novela explica que, desde el nombre de una persona hasta el aspecto físico o a cualquier pequeño detalle de la personalidad, les "sirve" a los acosadores y argumenta que siempre buscarán el defecto de una persona para meterse con ella.

Rostock puntualiza que salir del "infierno" del bullying es más fácil cuando se deja atrás la etapa escolar porque "abre la mente a un mundo, más allá del colegio y del instituto, que ni te podías imaginar que existía", aunque asegura que el miedo a volver a vivir una situación similar en un puesto de trabajo "nunca desaparece".

La escritora también denuncia que en algunas escuelas los protocolos de actuación no son seguidos en casos de "bullying", lo que achaca en gran parte al daño en la reputación del centro "que evita dejar ningún documento por escrito para que no haya constancia oficial de que entre sus paredes se han producido casos de acoso".

Sin embargo, Rostock se muestra optimista ante futuros casos, porque considera que se han efectuado algunos programas alentadores, como el de "convivencia para la prevención de la violencia escolar y el bullying" de la Comunidad Valenciana, en el que se asignará a gente de secundaria como tutores y mediadores tanto del acosador como del acosado.