Los trasplantados de hígado mejoran en hasta un 12,5% su capacidad aeróbica, un 77% su flexibilidad y un 21% su fuerza si realizan un programa de ejercicio físico personalizado, según revela un estudio pionero que demuestra los beneficios del deporte en las personas trasplantadas.

El estudio, desarrollado durante cerca de año y medio, fue el tema elegido por Diego Moya, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y director ejecutivo de la empresa valenciana de base tecnológica Entrenar.me, para elaborar su tesis doctoral, que defenderá este año.

Durante el desarrollo de este estudio se aplicó un programa de ejercicio físico a 54 pacientes que habían sido trasplantados de hígado en el hospital La Fe de Valencia gracias a un acuerdo del centro hospitalario con la Universidad de Valencia.

Los pacientes fueron divididos en dos grupos: uno hizo seis meses de entrenamiento de resistencia, fuerza, equilibrio y flexibilidad, y el otro, ninguna actividad. El objetivo del estudio era demostrar que con un programa personalizado, basándose en las pruebas efectuadas tras la acción concretada, no solo mejoraban todos los aspectos en los que se trabajó, sino que estos "no afectaban negativamente a su nuevo hígado". Tampoco repercutía a las zonas donde se les había practicado específicamente la cirugía como las que acababan formando una cicatriz.

Según Diego Moya, los principales problemas de estos pacientes es que pasan como mínimo un mes en cama tras la operación, ya que la cicatriza es muy grande, son sedentarios y reciben una medicación inmunosupresora para evitar el rechazo de nuevo órgano que ayuda al desarrollo de otras enfermedades.

Los programas se centraron en ejercicios de fuerza, ya que la debilidad les impedía coger cosas de peso; resistencia, ante la imposibilidad de algunos de subir por las escaleras a un tercer piso; y de equilibrio y flexibilidad, con el fin de prevenir caídas y con ello el riesgo de fracturas.

Según Moya, la principal recomendación del médico que les atiende es que anden, "pues son conservadores a la hora de entrenar", pero una vez están recuperados y deben volver a la normalidad les ha faltado potenciar la musculatura o la capacidad pulmonar o cardiaca.

El programa de ejercicio físico se prolongó durante seis meses, con entrenamientos dos días por semana, y, según ha explicado Diego Moya, se produjo una adherencia del 94%. "De las 24 semanas, solo se faltó a una o dos clases como máximo".

Los paciente utilizaron bandas elásticas para ejercitarse en la parte de fuerza, un material fácil de llevar a todas partes y económico.