El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha advertido hoy de que la creciente desigualdad arruina la economía, perjudica la democracia y divide a la sociedad con consecuencias profundas, y ha subrayado que esto no es inevitable, pero para ello hay que cambiar las políticas económicas.

Stiglitz afirmó en el Festival Starmus, donde impartió la conferencia "La creciente desigualdad:¿ Leyes de la naturaleza o leyes de los hombres?", que las consecuencias de la desigualdad se perciben en Europa y en Estados Unidos con consecuencias ya evidentes, como altercados y enfrentamientos sociales.

A su juicio, esta situación es producto del cambio en las reglas de juego hace 35 años, con mayor poder decisión para las empresas y pérdida de decisión de los trabajadores, lo que lleva a su vez a la injusticia social y la falta de confianza en las instituciones.

La economía es la ciencia del desespero y hay bastantes asuntos para estar desesperanzados, añadió Stiglitz, quien mencionó entre ellos al Brexit, el cambio climático "y el problema de Trump en Estados Unidos".

Sin embargo, el mayor motivo de preocupación es la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo, que no debe percibirse con un efecto secundario inevitable sino que es producto de cómo se ha estructurado el mercado en algunos casos, socavando la eficiencia misma de la economía.

Como ejemplo, el Premio Nobel afirmó que en Estados Unidos el sueldo de un directivo ha aumentado 300 veces más que el de un trabajador normal pero no porque sea más productivo que su homólogo en Japón, sino "porque saben aprovecharse mejor del sistema".

Por ello con la crisis de 2008 los banqueros se marcharon con bonificaciones increíbles "pese a que casi llevaron al sistema al borde de la ruina" y ahora, la renta de un trabajador masculino en Estados Unidos es inferior a la de hace 40 años.

"A cada generación le han dicho le iría mejor que a la anterior pero ya llevamos dos con estancamiento y en muchos casos, la renta ha descendido", aseveró Stiglitz, quien dijo que el salario mínimo estadounidense actual está al mismo nivel que en 1938.

"Un sistema económico que no consigue bienestar para sus ciudadanos es un sistema que ha fracasado", advirtió, y ello no se debe a que los trabajadores hayan dejado de ser productivos ya que, por el contrario la productividad ha aumentado en los últimos 67 años a un ritmo constantes, pero el salario se desligó de este concepto en los últimos 30 años.

Los impuestos regresivos, la desregulación y los cambios de mercado provocan esta desigualdad que aumenta de forma vertiginosa y al mismo tiempo, prosiguió, ese modelo competitivo "ya no va igual de bien", pues se limita a aumentar los monopolios y la concentración de poder.

"¿Qué va bien?", se preguntó Stiglitz, quien dijo van muy bien los mercados emergentes de China e India, muy mal los pobres en este último país y en África y los que comparativamente van "peor" son las clases medias en Europa y Estados Unidos, que ven cómo su renta está "estancada".

Sin embargo, apostilló Stiglitz, las economías con menor desigualdad tienen mayor capacidad de rendimiento y prueba de ello es como países como Namibia han logrado una reducción significativa de injusticia social, lo que demuestra que no es inevitable.

Las economías con menor desigualdad tienen mayor capacidad de rendimiento, insistió el Premio Nobel, quien ironizó sobre el hecho de que forma parte del Fondo Monetario Internacional, que "no es precisamente una organización de izquierdas, y este mensaje les ha llegado".