El primer compás de la chacona de Johann Sebastian Bach es rojo, el do que se escucha en un piano sabe a chocolate, y el número 23 es azul. ¿Descripciones curiosas o retórica? No, es la sinestesia, un fenómeno neurológico no patológico documentado por primera vez en 1812 y un reto aún para la ciencia.

La sinestesia es una variación de la percepción humana que se produce cuando la estimulación en un sentido, por ejemplo, el oído, desencadena una percepción en otro sistema sensorial que no ha sido estimulado directamente, por ejemplo, la vista, explica la neurocientífica Helena Melero de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid).

Así, por ejemplo, una persona sinestésica que escucha un instrumento lo hace como sonido, pero además ve un color, detalla Melero, quien apunta que las percepciones sinestésicas aparecen de manera involuntaria y automática, y son relativamente estables en el tiempo.

Se han catalogado 80 tipos y lo habitual es que se sientan varias modalidades. Las más comunes son las que tienen que ver con el color y dentro de este subgrupo las que vinculan letras y números con colores y las secuencias espaciales, aunque hay muchas más: las que unen tacto y color, dolor y color u orgasmo y color.

Fuera de éstas hay sinestesias que conectan palabras con sabores, sonidos con tacto o visión con sabor.

Se cree que entre un 1 y un 4 % de la población es sinestésica, pero artículos recientes apuntan a que el porcentaje podría aumentar: Melero publicó un trabajo en el que se constataba que, de una muestra de 803 personas, un 14 % eran sinestésicas. No obstante, para corroborar esta cifra hay que seguir haciendo estudios.

Lo que sí defiende Melero es que se trata de una variación más común de lo pensado. Entre los personajes conocidos que fueron o son sinestésicos están el nobel de Física Richard Feymann (veía colores en sus fórmulas), el músico Duke Ellington (timbre-color), el pintor David Hockney (música-color), el escritor Vladimir Nabokov (grafema-color) o el cantante Pharrell Williams (música-color).

El primer caso de sinestesia se documentó en 1812, cuando el médico austríaco y albino Georg Tobias Ludwig Sachs describió en un artículo que tanto él como su hermana veían colores en la música. Sin embargo, no fue hasta 1893 cuando se llamó a la sinestesia por su nombre.

El siglo XIX dejó varios ejemplos de sinestesia y, aunque la ciencia la estudia desde hace años, no es hasta finales del XX, gracias a las técnicas de neuroimagen, cuando la neurociencia empieza a investigar qué ocurre en el cerebro.

"Aún no tenemos claro lo que pasa, pero parece que hay un componente genético, y esa genética se relaciona con los mecanismos de conectividad del cerebro", declara Melero, quien resume: la genética que afecta a cómo se configuran las vías de conexión entre diferentes áreas del cerebro estaría en la base de la sinestesia.

¿Y qué se cree hace el cerebro cuando hay sinestesia? Para contestar Melero pone un ejemplo: pensemos en una sinestesia grafema-color, en la que una letra genera una experiencia de color, aunque aparezca impresa en negro. En el cerebro, el área que procesa el grafema y la que procesa el color se sitúan de forma adyacente.

Hay una hipótesis que dice que en las personas con sinestesia podría haber un cruzamiento de vías entre estas dos áreas, como si anatómicamente se hubieran conectado; por eso, cada vez que ven una letra o un número se activa el otro área, la del color.

Sin embargo, hay otros científicos que sostienen que esta relación no es tan directa, sino que además intervienen otras regiones del cerebro que se encargarían de esa asociación.

"En nuestro laboratorio pensamos que la unión grafema-color no es directa, sino que intervienen áreas del cerebro que procesan emociones", asegura Melero, quien opina que hay diferencias estructurales y funcionales en esas áreas en el cerebro sinestésico.

La sinestesia es congénita, aunque hay casos, muy pocos -insiste-, en los que se puede adquirir tras un episodio de lesión cerebral en el tálamo.

Melero afirma que la mayoría de las personas, entre las que ella se encuentra, viven la sinestesia con naturalidad porque "no es un problema", aunque hay que darla a conocer para evitar malentendidos, también entre los clínicos y que no la conciban como patología.