¿Y si los alumnos con más facilidad para resolver una ecuación o entender un texto no fueran los más inteligentes? ¿Y si estuviésemos marginando a los chicos a los que les cuestan más las mates y la lengua? ¿Y si el éxito dependiera del tipo de educación que recibimos y no de si la genética nos ha agraciado con una capacidad lógico-deductiva más desarrollada? ¿Y cómo afecta todo eso a la educación y la sociedad?

El psicólogo Howard Gardner se planteó estas y otras preguntas hace años. Las respuestas que encontró dieron lugar a la teoría de las inteligencias múltiples, un trabajo por el que recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2011 y que se ha ido expandiendo lentamente por el mundo. Esta teoría sugiere que no hay una única inteligencia, sino ocho, y que cada una de ellas permite el desarrollo de diferentes capacidades. Su investigación puso los cimientos de una nueva filosofía educativa, pero también -a largo plazo- de la revolución social a la que aspira la escuela. Al potenciar las habilidades de cada alumno se forma a ciudadanos más capaces y comprometidos con el entorno.

Esta idea es la que transmite la pedagoga y religiosa Montserrat del Pozo Roselló, pionera en la aplicación de esta teoría y conocida como "Sor Innovación". Del Pozo, superiora general de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret y directora del colegio Montserrat de Barcelona, visitó Tenerife esta semana con motivo del 75 aniversario del colegio Nazaret, en Los Realejos, uno de los centros que tienen implantada esta metodología.

Para esta experta, formación, felicidad y liderazgo social están muy relacionados. "Una persona se siente feliz cuando es capaz de ver que tiene confianza en sí misma, que las cosas van hacia adelante. Luego eso lo contrastas con las notas y el rendimiento es mayor", sostiene. "El fracaso es fuente de aprendizaje. No se sanciona, se ayuda a que se mejore. Eso genera una satisfacción de crecimiento, y la felicidad está ahí".

La clave de los centros que han adoptado la teoría de Gardner es que los mismos contenidos se abordan desde esas ocho inteligencias -lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal, intrapersonal, interpersonal y naturalista-, de forma que "todos pueden aprender y nadie queda excluido". No se trata de cambiar el itinerario curricular marcado por la Consejería o el Ministerio, sino de aprender lo mismo potenciando las distintas habilidades que componen la inteligencia, de manera que todos tengan las mismas oportunidades de aprender a partir de la inteligencia que tienen más desarrollada, explica. La idea es dar más opciones para resolver los problemas con los que se irán encontrando. Para Del Pozo es como si su equipo se enfrentara a otro sin conocer la estrategia del adversario, pero con tantos recursos como para poder ganarle.

En la práctica eso supone que los niños de Primaria del colegio Nazaret pueden recorrer el municipio analizando qué les gusta y qué no, para luego ponerse en contacto con el ayuntamiento para cambiarlo. "Si ven que hay colillas en el suelo o una pintada que no les gusta, escriben al ayuntamiento y estudian la forma de solucionarlo". Pero no esperan solo que otros cambien esa realidad: ellos piensan cómo conseguir el dinero para comprar la pintura o cómo organizarse para hacerlo. "Eso genera una ciudadanía distinta", subraya Del Pozo. "Como alumnos y grupo, esto es una gran fortaleza, porque confían en ellos y en que las cosas se pueden cambiar".

Del Pozo cuenta una anécdota que, a su juicio, ejemplifica la necesidad de cambiar y de "emocionar" a los alumnos para que aprendan. Una vez, visitando un centro, llegó a un aula en que la profesora había escrito en la pizarra ¿qué es el diálogo? Los niños estaban en silencio y buscaban en el libro la definición. "La maestra me dijo con orgullo: mira lo que he conseguido. Pero lo cierto es que en realidad era un desastre".

No todos los padres entienden desde el principio en qué consiste esta metodología. Muchos dicen, "¿pero esto qué es?". Por lo general, las familias con profesiones más clásicas -abogados, médicos- tienen más dudas sobre la fórmula que predica "Sor Innovación", pero aquellas que han puesto en marcha una empresa no suelen dudar de las virtudes de un modelo que apuesta decididamente por el trabajo colaborativo.

Para demostrar que esta medida no es solo para colegios elitistas -es una de las quejas que ha recibido el proyecto-, Del Pozo y su equipo han llevado el proyecto a un colegio de Camerún donde hay un docente para 75 alumnos. "Lo único necesario es un profesorado preparado y dispuesto a arriesgarlo todo en beneficio de la educación".

Montserrat del Pozo

filósofa y pedagoga